La ciudad de los espejos

La desaparición de esa mujer ardía en los ojos de su amigo como una larga mecha que busca su bomba.

Recuerdos imborrables que se iluminaban de vez en cuando en su conciencia.

Puede que el mero hecho de estar vivo, de tener a alguien a quien amar y que le amaba a su vez, fuera suficiente.

Todos los días de tu vida, comprendió Alicia entonces, apuntaban a una sola hora. Lo que parecía un laberinto de elecciones, todas las posibilidades que te ofrecía la vida, no era en realidad sino la serie de pasos que dabas a lo largo del camino y, cuando llegabas a tu destino y mirabas atrás, una única senda restaba marcada: la que habías escogido.

El mundo es real y tú formas parte de él, una parte fugaz, pero una parte al fin y al cabo, y si tienes suerte, y tal vez incluso si no la tienes, los actos que realizas por amor serán recordados.