Mi santo Monasterio sois vosotros. ¿Qué iba a hacer solo? Tengo madera de abad, no de ermitaño.
|
Mi santo Monasterio sois vosotros. ¿Qué iba a hacer solo? Tengo madera de abad, no de ermitaño.
|
El término amigos implicaba una claudicante conformidad con nuestro cautiverio, el reconocimiento de que aquella situación era al fin y al cabo lo mejor a lo que podíamos aspirar.
|
Nunca volví a usar mi nombre después de tu muerte, Laura. Le quedaba la huella de tu voz, y no quería que otros labios la borrasen con timbres ajenos e irritantes. Ni Fray Turbio ni Fray Nadie lo conocen. De hecho, fue mi empecinado mutismo el que sugirió al Abad la fundación de nuestra orden, con esos nombres hechos de la masa buena de las historias de santos.
|
Ángeles de Uriel, seguid desconcertándonos, seguid zarandeando nuestra rutina. Y si lo que estáis es jugando, no os detengáis; seguid tirando los dados.
|
¿Para qué viajan Fray Guillermo y Adso a la abadía benedictina?