Svein el del caballo blanco II

Se abrió una puerta al fondo de la estancia e Iseult entró en mi vida.
Iseult. Encontrarla fue como descubrir una joya de oro en un estercolero. La vi y olvidé a Mildrith. La oscura Iseult, Iseult la de cabellos negros, la de ojos grandes.

En lo que a plata respecta, un hombre nunca tiene bastante. La plata compra tierra, la lealtad de los guerreros, es el poder de un señor, y sin plata el hombre debe doblar la rodilla o convertirse en esclavo.

A menudo soñaba con regresar a Northumbria para reclamar mi derecho de nacimiento. ¿Pero cómo? Para capturar Bebbanburg necesitaría un ejército, y lo único que tenía era un joven danés llamado Haesten.

Me habían criado los daneses tras ser capturado a la edad de diez años, y podían haberme matado, pero lo que hicieron fue tratarme bien. Había aprendido su idioma y adorado a sus dioses hasta no saber si era danés o inglés.

En pocas palabras, me consideraba un cachorro rebelde que necesitaba unos buenos azotes antes de unirme a la disciplinada jauría.