La mujer de blanco

Una de las mejores empresas a las que tiene que aventurarse todo buen lector y, me arriesgo a decir que, todo buen escritor es leer o volver a leer de nuevo las novelas clásicas de la literatura universal.

A lo largo de mi vida lectora he leído muchas novelas clásicas pero hacía algún tiempo que las había arrinconado para leer otro tipo de novelas. Ahora, con La dama de blanco espero coger carrerilla y acordarme de leer de vez en cuando este tipo de literatura que nunca pasan de moda.

La dama de blanco se trata de una novela epistolar de la literatura gótica inspirada en hechos reales y publicada originalmente por fascículos en la revista literaria de All the Year Round, fundada por Charles Dickens. Desde el primer momento se convirtió en un gran éxito gracias a la combinación de amor, misterio y, por supuesto, muerte llegando a ser considerada como una de las primeras novelas de misterio.

La historia comienza con el relato de Walter Hartright, un joven profesor de dibujo que viaje al castillo de Limmeridge para dar clases a Laura Fairlie, sobrina del barón Frederick Fairlile y única heredera de su fortuna. En ese tiempo entre los dos florece un sentimiento más allá de la amistad a pesar de que Laura está comprometida con Sir Percivar Glyde, más interesado en la herencia que en la propia Laura.

Walter Hartright decide marcharse de Limmeridge antes de que se formalice el matrimonio. Durante su marcha se encontrará con una dama con cierto parecido a Laura y vestida de blanco que vagaba por la mansión como un fantasma.
Una de las características más importantes de esta novela es su estilo literario. Está escrito cambiando varias veces de narrador. Así se muestran diferentes puntos de vista con el uso de la narración múltiple de la novela epistolar.

Otra característica en el uso de la dualidad y su mensaje en la narrativa enfrentándose los conceptos de misterio y romanticismo, investigación y secretos, personajes bondadosos frente a personajes malvados, la presencia del bien contra la existencia del mal. Y no hay que olvidar, por supuesto, el simbolismo de la dama de blanco.

Igualmente existen múltiples giros argumentales sostenidos por la gran ambientación romántica y gótica menos tenebrosa que la acostumbrada en aquella época. Aparecen paisajes sombríos y decadentes de la literatura victoriana, la soledad de los lugares rurales, bosques sombríos y siluetas moviéndose en páramos desérticos, pero todo ellos en menor medida que otras obras victorianas. Sin embargo, está fielmente reflejado el contexto social, histórico, económico e intelectual del siglo XIX.

Hablando un poco de los personajes, destaca la personalidad desbordante de Marian Halcombe, Walter Hartright personaje que irá ganando importancia en la historia, Sir Percivar Glyde, barón y gran propietario de Hampshire que guarda un terrible secreto, el conde Fosco, personaje que juega con la ambigüedad siendo uno de los mejores malos de la literatura, el insensible y siempre indispuesto Señor Fairlie o la pusilánime Laura Fairlie.

La dama de blanco es, en definitiva, una obra espléndida con un narrador capaz de conducirnos con su prosa serena, mágica e irónica por los senderos del Secreto oculto en el misterio que rodea a la dama de blanco.

Por la manera tan extraordinaria de narrar haciéndome partícipe en todo momento de los hechos relatados, por inocularme la duda hacia uno u otro personaje, por el interés que despertó en mí hacía la historia, por engordar cada capítulo de secretos y malas intenciones y por un sin fin de razones más, os invito a leer La dama de blanco.

Una novela clásica que deberías leer al menos una vez en la vida.
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