Diez negritos

Agatha es una de las autoras que más me fascinan. No recuerdo bien cuando comenzó mi amor por sus magníficos relatos... Siempre me gustaron los detectives (particularmente, soñé con ser una, y a veces sueño aún), y eso me termino impulsando en el camino de esta maravillosa escritora, que es capaz de asombrar y mantener en vilo a generaciones y generaciones de lectores, con relatos que saben atrapar a todas las edades.
Este libro, como conté antes, fue un reencuentro con la autora que parte tan importante de mis primeros libros "adultos". Su forma de narrar es exquisita: no sólo nos provee de excelentes descripciones de los escenarios, sino que además sabe crear ese ambiente de intriga y misterio a la perfección. Crea un rompecabezas que uno en todo momento intenta resolver, y al que ninguna hipótesis parece ajustarse. No puedo menos que fascinarme con la construcción de la historia, que no deja hilos sueltos y tiene ese carisma que la ayuda a trascender en el tiempo y ser objeto de múltiples adaptaciones.
La historia es fantástica. Está narrada en tercera persona, pero va variando el personaje en cuya perspectiva se centra. Nos cuenta todos los sucesos: desde que recibieron la invitación a la isla hasta la mismísima investigación, que no difiere tanto de la del lector: como dije, ninguna hipótesis parece encajar, sin importar que tantas vueltas se le de a la ficha del rompecabezas. Es remarcable como cada personaje tiene su lugar, y como de todos se puede disfrutar su carácter, y comprender que tan ciertas son las acusaciones de la grabación. La unión de todo esto con la rima infantil es perfecta, dándole a la obra un enorme tinte poético.
Los personajes son diez, como dice el nombre. Son bastante dispares: tenemos al doctor Armstrong, quien es un exitoso médico con una reputación intachable; a William Blore, que en todo momento da motivos para desconfiar; la solterona Emily Brent, quien es sumamente severa, respaldándose en la religión; la joven Vera Claythorne, quien es institutriz y siente remordimientos por un error de su pasado; Philip Lombard, capitán, único invitado que lleva un arma; el General MacArthur, quien es el primero en resignarse al destino que les fue asignado; el Juez Wargrave, que es, junto con el doctor, uno de los hombres más dispuestos a terminar con toda esa ridiculez, el joven Anthony Marston, amante de la velocidad y de sus derechos por sobre las leyes; y el matrimonio Rogers, quienes fueron encargados de cuidar la casa, aunque cayeron en la misma trampa que el resto.
El final deja al lector desconcertado, al menos hasta que termina hallando la explicación final. No puedo negar que me vi sorprendida con quien resultó ser el asesino. Fue increíble, como muchas de las resoluciones de Agatha: el tema está en los pequeños detalles, en la poca información que oculta. Me emociona volver a leer a la reina del crimen. Esperemos que no pase mucho hasta que vuelva a disfrutar otra de sus historias, aunque sea en relectura.
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