Miró el libro de Edna, que él ya había leído, y le contó el final para, según dijo, ahorrarle el trabajo de tener que terminarselo.
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Miró el libro de Edna, que él ya había leído, y le contó el final para, según dijo, ahorrarle el trabajo de tener que terminarselo.
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Por momentos, al señor Pontellier le parecía que su mujer podría estar perdiendo la cordura. Era evidente que ya no era ella misma. Es decir, no entendía que estaba transformándose en ella misma precisamente, dejando cada día un poco más atrás a ese personaje ficticio que llevamos como un disfraz, y con el que nos presentamos ante el mundo.
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Uno de estos días —dijo ella— voy a decidir qué tipo de mujer soy porque, la verdad, no tengo la menor idea. Si me atengo a los códigos que conozco, soy una arpía de la peor especie de mi sexo. Pero por alguna razón no acabo de verme como tal. Tengo que pensarlo.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises