La flor púrpura

A través de la lectura de "La flor púrpura" podemos escuchar la voz de Kambili, una joven de 15 años que vive una vida de silencios, normas, horarios, mucho miedo y violencia. Todo ello en nombre de Dios.

El padre de Kambili es un hombre influyente, activista a favor de los derechos humanos en su país, Nigeria, que se enfrenta a los dirigentes corruptos aún poniendo en riesgo su propia vida y, al mismo tiempo, rechaza todo aquello que pueda resultar pagano, tradicionalista o contrario a la religión y las costumbres católicas, en las que fue educado en el seminario al que acudió de niño, con un fanatismo que cae en lo sádico.

Resulta aterrador leer a Kambili y comprobar la represión absoluta de su libertad personal hasta el punto de no poder sonreir sin miedo.

Sin embargo, la brecha por la que empieza a penetrar la luz en esta realidad gris llega de la mano de la tía Ifeoma. Ifeoma también fue educada en los seminarios católicos, como su hermano, pero su religiosidad implica alegría, cánticos y, sobretodo, ayuda al prójimo. Ella buscará la manera de alejar a sus sobrinos del infierno en el que viven y, entonces, Kambili y su hermano Jaja conocerán el respeto, el cariño sin condiciones, el valor que tiene poder tomar las propias decisiones y equivocarse sin temor al castigo, y ya nada podrá volver a ser como antes.

Me ha conmovido leer esta especie de diario de la adolescente y comprobar cómo, muy poco a poco, va ganando en autoestima y confianza en sí misma y va dejando atrás los miedos.

Esta primera novela le valió a Chimamanda Ngozi los premios Commonwealth Writers' Prize y Hurston Wright Legacy Award y dió comienzo a su exitosa carrera literaria.

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