Cuando acabe el invierno y volvamos a volar

Siete años después del primer libro, los personajes han cambiado y evolucionando mucho, aunque en Rose Lake se han quedado cosas en el tintero...

Hoy te traigo una de esas segundas partes que me han gustado más que la primera. Me ha encantado que se abandone el estilo intensito del primer libro; no tiene nada de malo, pero no es en absoluto para mí. Debido a ese estilo, he conectado muchísimo más con el libro. He visto a los protagonistas mucho más crecidos y maduros, enfrentándose a problemas reales e importantes de una forma muy humana. El hecho de que sea una novela coral y que los personajes estén tan bien trabajados ha contribuido a que la novela me guste mucho más. Se tratan temas duros, además de cuestiones como cumplir los sueños, perseguir la vida que quieres o sentir la pertenencia a un lugar. Sí es verdad que me parece que le da muchas vueltas a todo. Por ejemplo, si un personaje es un capullo, el que interactúa con él tiene un monólogo interno preguntándose cómo se atreve a [inserte aquí todas las conductas que le convierten en un capullo]. En parte me parece guay, ya que señala esas conductas de forma directa para que la gente menos deconstruida sepa que no son normales, pero se hace repetitivo. La trama no es muy frenética, se centra simplemente en la vida de los personajes, pero aun así se hace bastante ligera. La ambientación me ha dado ganas de mudarme a un pueblito nevado de las montañas.
No puedo contarte mucho más sin caer en spoilers, sólo que, aunque no hayan sido los libros de mi vida, no me arrepiento de haberles dado una oportunidad porque me han gustado mucho.