Cuando acabe el invierno y volvamos a volar

AVISO: esta reseña contiene ligeros SPOILERS de la primera parte de Rose Lake.

Ash y Maia han adaptado sus vidas a la marcha de los chicos, uno por la música, el otro por el fútbol profesional. Lo que no se esperaban era que en un pequeño plazo ambos volvieran a su pueblo y sus vidas.

Si Ash ya había sido un personaje atrayente en el libro anterior, en este toma protagonismo con su historia con Brody. Siendo ambos adolescentea heridos que ha marcado sus vidas adultas, su historia se desarrolla entre discusiones, momentos de apoyo y entendimiento mutuo. Se han convertido en mi pareja favorita de Rose Loke, con esos comentarios afilados y sarcásticos.

Por otro lado, Maia se ha centrado en los estudios y en rehacer su vida mientras Kellan triunfa en la música. Reconozco que esperaba más de esta pareja y es que creo que la autora ha creado una vuelta muy sencilla para ambos. de un posible triángulo amoroso que nos hiciese dudar sobre a quién elegir, pasamos a darle un giro total a un personaje para facilitarnos la elección. Una pena porque quitas la duda sobre cuál sería la opción de vuelta. Kellan me ha resultado cansino en gran parte del libro, con una inmadurez que contrasta con el libro anterior. En ese sentido Maia ha progresado mucho mejor, pensando en lo que necesita y lo que la hace feliz.

Me han faltado más pinceladillas de la familia de ambos pero en conjunto, volver a Rose Lake deja el corazón calentito.

Colibrí.