La voz dormida

Entre las páginas de "La voz dormida" he encontrado la voz de mi abuela materna. Ella tenía su propia historia de posguerra y nos la contaba una y otra vez porque le dolía demasiado, tenía la necesidad de escupirla para que el peso de los recuerdos no le presionara el pecho. Más que su historia era la de su tía, su madrina y única madre que conocío tras morir la suya prematuramente. La tía Petra era analfabeta y tuvo que armarse de toda la sabiduría que da la necesidad para luchar por su marido, preso por haber sido alcalde de un pueblo pequeño en tiempos de la República.

Mi abuela nos contaba, con el mismo nudo en la garganta con el que yo he leído este libro, como su tía sacrificó lo poco que les había dejado la guerra para buscar abogados que consiguieran que le comutarán la pena de muerte y para viajar cientos de kilómetros para visitar a su marido en el corredor de una cárcel en condiciones deplorables.

La historia de la tía Petra es la de muchas mujeres de la época. de todas las que sufrieron las cárceles franquistas, bien en su piel o bien en la piel de sus maridos o de algún otro familiar. Y es precisamente de todo esto de lo que nos habla Dulce Chacón en "La voz dormida". La autora pone voz y rinde homenaje a las mujeres que lo sacrificaron todo, a las que lloraron en silencio en las puestas de las cárceles y en las tapias de los cementerios y a las que murieron en cárceles, en las comisarías o frente a un pelotón de fusilamiento.

Una novela contada con tanta sencillez y delicadeza que si bien, no enmascara el dolor, lo atenúa y lo hace soportable. No se regodea en el sufrimiento, se limita a exponerlo con la mayor de las sensibilidades.

"La voz dormida" es un libro inolvidable. Una novela redonda de la que es imposible salir indemne, toca el alma y zarandea. Estará entre mis mejores lecturas del año.