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El pasado, como la tradición, lo puedes superar pero no suprimir. Somos la consecuencia de lo que fuimos, así como lo que hacemos hoy son los cimientos del mañana.
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El pasado, como la tradición, lo puedes superar pero no suprimir. Somos la consecuencia de lo que fuimos, así como lo que hacemos hoy son los cimientos del mañana.
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... a ver quién le pone un pero, porque depositar algo en una urna, aunque sea una mierda, es un derecho democrático. ¿O no?
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La desgracia en carne propia, que te hace más sensible a la desgracia ajena.
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La diferencia entre unos y otros radica en la voluntad, no en los resultados. Y cuando digo voluntad, no hay que entender ahínco, sino pretensión; sin excluir el doblete. Si bien en tales casos sería más apropiado hablar de obstinación.
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Nada acrecienta tanto el apego a la vida como el temor a perderla. (Esa extraña manía de llevar siempre la contraria, que tanto ha contribuido a que el mundo sea un galimatías, cuya contemplación, a modo de frontispicio, nos deja perplejos a algunos, mientras a otros muchos los llena de orgullo e inexplicable optimismo).
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Tanto le gustaba escucharse, que a veces se olvidaba de que lo estaban escuchando.
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Nada ennoblece tanto al ser humano como la adversidad; sin embargo, cuando ni el dolor los humaniza, surgen individuos así, capaces de denigrar sus propias ideas sólo con contarlas.
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Por favor, no empujen. Señores, por favor, no se amontonen. Calma, por favor, que hay soledad para todos.
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Igual pudo haber gritado: "Aquí hubo un niño". Y tal vez fue lo que gritó: esos gritos mudos que atruenan por dentro, pero que nadie oye. (En nada ha progresado tanto la industria del aislamiento como en la insonorización de nuestro interior).
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No es un pan debajo del brazo lo que traen los niños al nacer. La certeza de su ataúd, es lo que traen. |
¿Qué objetousaron como traslador en el Mundial de Quidditch?