Las ventajas de ser virgen

El amor es cuando tus rarezas están a la altura de las de la otra persona. Cuando te sientes cómoda siendo exactamente tú misma.

Collins, puedes confiar en mí. ¿Recuerdas lo que me dijiste? Eso de que tú estás aquí para mis paranoias? Bueno, pues yo también. Eres mi bichito raro.

-Vale, ¿y qué animal es Keely?
Andrew se gira hacia mí y se muerde el labio, meditándolo durante un minuto.
Una jirafa.
-¿¡Qué!? ¿Por qué? Pero si soy bajita.
-Ya lo sé. Pero las jirafas son mis preferidas.

-¿Y en qué plan vais vosotros dos? pregunta Hannah.
Es la pregunta inevitable. Ninguna chica de instituto se resiste a hacerla, porque nos encantan las etiquetas y necesitamos poner orden en el caos que reina a nuestro alrededor.

Andrew es el imprudente, el que actúa por impulsos, el que se lanza al vacío con los ojos cerrados. Yo soy la que siempre espera al fondo con la red de seguridad.

-Será mucho peor en la universidad dice Danielle-. Se supone que ya no te tiene que dar corte, ¿no? Que la parte más difícil te la has quitado de en medio en el insti. Me mira directamente. En la universidad, ser virgen es como tener una enfermedad.

Ningún chico tiene un pene mágico. Solo creen que lo tienen.

Odio eso de que te tenga que penetrar un pene para convertirte en «toda una mujer» - dice Hannah-. ¿Por qué les damos tanto poder a los tíos?

No la estoy ignorando. Le estoy dando tiempo para que me eche de menos.

Andrew cuelga un brazo sobre mi hombro y me aparta con un abrazo. En cierto modo, siempre me hace pensar en un golden retriever, un revoltijo sonriente y mullidito de pelo rubio y pecas. Juro que algunas veces incluso veo cómo mueve la cola.