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Crítica de Guille63


Guille63
05 September 2023
Imposible abarcar esta novela en un breve comentario (o simplemente, y en cualquier caso, inabarcable), imposible entrar en sus innumerables recovecos y en sus numerosas y posibles interpretaciones. Pero sirvan estas notas para intentar animar a su lectura en la seguridad de que muchos la acabarán entusiasmados.

Los atractivos son muchos. Para empezar, disfrutaremos de varios y muy distintos estilos literarios. La farsa centrada en el diablo, Woland, y su comitiva, es una sátira grotesca y justiciera de la situación política e intelectual rusa, con un lenguaje y tono propio de un cuento infantil y de ritmo trepidante; el drama histórico de la muerte de Jesús, despojado de toda simbología cristiana y alejado del relato bíblico, que concentran uno de los leitmotiv del libro, la cobardía como el más grande de los defectos del hombre, narrado de una forma realista, con un estilo literario más cuidado, una gran atención por el detalle y de ritmo mucho más pausado; y, por último, el lirismo y la poesía de la bella historia de amor entre el maestro y Margarita que ejemplifican otros dos leitmotiv de la novela, la misericordia y la leyenda de Fausto.

La novela, que tiene una lectura superficial entretenidísima, está repleta de simbología y sujeta, por tanto, a la interpretación del lector, pero lo que no está abierto a discusión es la indudable representación de la sociedad rusa del momento y la crítica a su intelectualidad, ambas sujetas a esa terrible acusación de cobardía. Las “indicaciones” que da el burócrata literario al artista para la escritura de su obra, la prudencia hacia los extranjeros que son recluidos en un hotel especial, las viviendas comunales, la misma emisora de radio en todas ellas, los privilegios de las clases intelectuales y dirigentes, las desapariciones repentinas… por referirnos solo a los capítulos iniciales, son una buena muestra de ello. Y en el centro de este paisaje está el homo soviéticus, ese producto del comunismo, ese “hombre nuevo” destinado a alcanzar nuestro histórico destino.

Woland, el diablo cojuelo de la literatura rusa, se pregunta: “¿Habrán cambiado en su interior estos ciudadanos?” Y se responde:

“son como todas las personas. Les gusta el dinero, pero eso siempre fue así… La humanidad ama el dinero, no importa de qué esté hecho, si de piel, de papel, de bronce o de oro. Bueno, son frívolos… Pero ¿y qué? A veces la misericordia también llama a sus corazones…”.

El bien y el mal se aúnan y son inseparables:

“¿Qué haría tu bien si no existiera el mal y qué aspecto tendría la tierra si desaparecieran las sombras? Los hombres y los objetos producen sombras. Ésta es la sombra de mi espada. También hay sombras de árboles y seres vivos. ¿No querrás raspar toda la tierra, arrancar los árboles todo lo vivo para gozar de la luz desnuda? Eres un necio.”


Se podría decir que Bulgakov no creía en ese “hombre nuevo” que controlaría su destino y conseguiría esa sociedad eternamente justa, libre y próspera. Pero, ¿se desacredita únicamente el intento soviético o se impugna su posibilidad en todo caso? No está claro. Otro personaje, Yoshúa Ga-Nozri, el Jesús bulgakiano, defiende ante Pilatos lo irremediable de esos dos objetivos comunistas:

“cualquier autoridad es una violencia sobre los hombres y llegará el día en que no existirá el poder de los césares ni ningún otro. El hombre entrará en el reino de la verdad y de la justicia donde no será necesario ningún poder.”

Y ello gracias a que

”No hay hombres malos en la tierra.”

El lector tendrá que dilucidar la cuestión por su cuenta. Yo solo digo que El Maestro y Margarita es imaginativa, venenosa, sugerente, inagotable, divertida, una de esas obras provistas de esa magia especial que les confiere un carácter único y las hace inolvidables. Que el diablo me lleve si miento.
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