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Vivimos en una sociedad abierta, nos encanta el eclecticismo a la hora de hablar de arte y la fusión en lo que respecta a comida y música. Amenizamos nuestras veladas con jazz y paseamos por las playas en verano con vistosos turbantes de colores. Somos modernos. Pero todavía no hemos sido capaces de hablar cara a cara con una persona sin fijarnos en el color de su piel, sin cuestionar de dónde viene, desde hace cuánto, cómo y por qué. En una sociedad en la que la herencia sigue pesando mucho más que cualquier mérito, no es fácil encontrar tu sitio. No te lo permiten. No existe. Muchos continúan pensando que la clara distinción entre clases es necesaria para el equilibrio y el futuro. Que cada uno tiene su lugar, establecido hace siglos, y que eso no lo cambia ningún ascenso, ningún cargo político, el dinero ni la tolerancia. La señora Dalloway dijo que las flores las compraría ella; la protagonista de Reunión cree que la decisión que debe tomar, esa que cambiará por completo todo su mundo, es lo único sobre lo que realmente tiene poder. Y no se equivoca. |
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