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Esta obra ha sido una gratísima sorpresa. La protagonista, con sus contradicciones, sus luchas internas, sus prejuicios, sus juicios a los demás, su espíritu crítico e inconformista, al mismo tiempo su complejo de inferioridad, su autoexigencia, su autorepresión, que la hacen dejarse manipular y ser zarandeanda por personajes con más carácter y menos inseguridad que ella, me ha emocionado y enternecido, aunque a veces me dieran ganas de abrirle los ojos con una pinza para que viera lo que tenía delante. Probablemente, si sois asiduos al género, no os sorprenderá demasiado, os dejaréis llevar previendo lo que viene. Sin embargo, yo lo he leído casi virgen en este género y me ha ido sorprendiendo a medida que avanzaba porque la trama está llena de vaivenes e idas y venidas de personajes que, a menudo, cuando reaparecen, ya tienes olvidados. Todo esto es posible, claro, gracias a mi adorada protagonista, que juega con los lectores, a quienes a menudo apela de manera directa, como quiere, saltando en el tiempo cuando le conviene y ocultando lo que le interesa. Si algo no me ha gustado ha sido el final, demasiado atropellado y rápidamente solventado en un momento en que la historia de Lucy Snowe empezaba a tomar una independencia que la hacía especialmente interesante. Creo que la obra pierde bastante por la manera en que se resuelve, si no le interesaba contar eso, que no lo resuma, diría yo. Creo que a Charlotte Bronte no le interesaba contárnoslo, de ahí su celeridad en dar por terminada la obra. El mensaje debe estar en ese desarrollo interior de la protagonista, en sus debates y contradicciones en su relación con los demás y consigo misma. Y también en un aspecto de gran peso en la obra y que a mí me ha parecido muy interesante por su importancia social y cultural (es algo que, sin duda, me traigo al presente), pese a que no he sido, por mi incultura, capaz de llegar a su fondo: en las luchas religiosas y en las diferentes (o similares) maneras de entender la religión que tienen sus practicantes. |
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