La inquilina de Wildfell Hall

La inquilina de Wildfell Hall es un libro que te atrapa desde el principio con un toque de misterio. ¿Quién es verdaderamente esta inquilina? ¿Qué esconde? Una vez más, el apellido Brönte no decepciona.

El libro comienza con la llegada de una mujer a un pequeño pueblo que, acompañada de un niño y sin ningún hombre, se ve sujeta a los rumores y cotilleos de sus vecinos. Cuando Gilbert Markhan se cruza con esta mujer, empieza a interesarse por ella y desde entonces, comenzaremos a conocer su historia.

Aparte de ese toque feminista e ingenioso propio de su escritora, me ha encantado la forma de representar los sentimientos de sus protagonistas sin necesidad de que estos lo expresen abiertamente. Tanto Helen como Gilbert reflejan ese “quiero pero no puedo” a través de sus acciones, demostrando así esa lucha interior entre la razón y el corazón. Asimismo, Anne Brönte trata a la perfección esa relación entre moralidad y religión que atormenta a nuestra protagonista junto con los convencionalismos sociales propios de la época.

El retrato de los personajes masculinos que realiza Anne también es digno de mención. El personaje de Huntingdon y sus amigos rozan la caricatura y la absurdez extrema. Sus actitudes machistas, aunque realistas para la época, no pueden parecer más ridículas y repugnantes. Esa crítica claramente feminista del matrimonio y el papel del hombre y la mujer refleja la audacia y astucia de Anne al escribirla.

La única pega que tengo a esta novela es que la parte en que Helen cuenta su día a día dentro del matrimonio se me hizo algo larga. Tiende a ser algo repetitiva en algunos capítulos y creo que la situación queda clara desde el principio sin necesidad de extenderse tanto.

Por otro lado, la forma en que la novela está estructurada muestra la calidad literaria y la pluma inteligente de Anne. Entre La inquilina y Agnes Grey me decanto por la primera con diferencia. En cuanto a sus otras hermanas, no pienso compararlas pues las comparaciones son odiosas. Creo que cada obra es única y no hay historia mejor ni peor, sino que depende del tipo de lector y sus gustos literarios. Lo que sí está claro es que las Brönte tenían un don para la escritura y ¡qué suerte que aún podamos disfrutar de todas ellas dos siglos más tarde!