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"Y supone una gran estrechez de miras por parte de algún ilustre congénere del sexo masculino opinar que la mujer debe limitarse a hacer repostería, tejer calcetines, tocar el piano y bordar bolsos. Condenarlas o reírse de ellas cuando pretenden aprender más cosas o dedicarse a tareas que se han declarado impropias de su sexo es fruto de la necedad". 'Jane Eyre' Charlotte Brontë 1847 Alba Editorial, 2020 (6a. ed.) 692 páginas Trad.: Carmen Martín Gaite Me enfrento a esta reseña con mucho respeto. Es probable que me deje muchas cosas en el tintero. Así que voy a intentar explicar lo que me ha gustado de esta novela (que ha sido casi todo) a partir de la figura de dos mujeres. La primera es la propia Jane Eyre. Ya de niña, en los primeros capítulos, da muestras de lo que será su carácter. Indomable e inconformista, se rebela a su manera contra el maltrato al que es sometida por parte de la tía y los primos con los que convive tras quedar huérfana. Su paso por el internado domestica esta furia. Pero, aunque por fuera Jane aprende a ser una adolescente contenida, educada y centrada en sus estudios, sus ansias de libertad e independencia arden en su interior. Su llegada a Thornfield y su relación con el señor Rochester (y todo lo que vendrá después) pondrán de manifiesto que Jane es una mujer rebelde, segura de sí misma y con un espíritu tan libre que no aceptará ser sometida por nadie ni por nada. Ni tan siquiera por el amor. La segunda mujer que destaco es a Charlotte Brontë, la autora. ¿Cómo es posible que en época victoriana, en 1847, una escritora creara un personaje femenino tan fuerte, tan leal a sus principios y con un espíritu tan independiente? Con la misma valentía que mostró su hermana Anne con 'La inquilina de Wildfell Hall', Charlotte crea con Jane Eyre a una mujer que no acepta el destino que los hombres quieren escribir para ella, que no se conforma y que toma sus propias decisiones de forma autónoma. Y lo hace, además, con un estilo narrativo que atrapa de principio a fin. Entre otras muchas cosas, por el acierto de Brontë al narrar esta historia en primera persona por una Jane Eyre adulta, que echa la vista atras para explicar su vida. Uno de mis recursos favoritos es la interpelación constante de la Jane narradora al lector ("Quédate conmigo, lector, hasta que llegue, y cuando le cuente mi incidente secreto, podrás participar de tal confidencia"). Con estas interpelaciones, siento que Brontë me agarra de las solapas y me mete de cabeza en la historia, haciéndome partícipe de todo lo que ocurre. Además, Brontë envuelve al lector con una ambientación gótica, fantasmagórica, con unas descripciones que te erizan el vello en ocasiones, e introduce además un misterio cuya resolución te deja boquiabierto. Para acabar de engancharte a la lectura, Brontë te regala unos diálogos entre Eyre y Rochester absolutamente deliciosos, llenos de ironía y sarcasmo. Realmente las páginas vuelan, y cuando acabas no tienes la sensación de haber leído un libro de casi 700 páginas. Tan sólo hay una parte de la novela que no me parecía estar a la altura, y es el tercio final de la historia, en el que aparece un personaje masculino detestable (qué duro es reseñar sin hacer spoiler). No obstante, tras la lectura, creo que la relación de Jane con esta persona es totalmente necesaria para que nuestra protagonista reafirme sus ansias de libertad y la necesidad de tomar decisiones por sí misma, y nos conduzca a un final que recordaré toda mi vida. A pesar de este señor al que he odiado con todas mis fuerzas, los personajes son en su mayoría entrañables e inolvidables. A Jane es imposible no amarla; Rochester es un asco de persona pero un personaje maravilloso que necesitaría que estuviera en todas y cada una de las páginas de la novela; la adorable señorita Temple, la pobre Helen Burns, las hermanas Mary y Diana (en las que quiero imaginar como inspiración de Charlotte a sus hermanas Anne y Emily)... son un elenco perfecto de personajes secundarios que brillan junto a los protagonistas para crear una novela perfecta. |
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