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Crítica de AnnieMoneth


AnnieMoneth
23 June 2022
Reconozco que me sorprendí cuando vi que John Boyne, el autor de El niño con el pijama de rayas (Salamandra, 2007) y El pacifista (Salamandra 2013), entre otras obras de gran éxito, abordaba la realidad transgénero en su última novela: Mi hermano se llama Jessica, publicada en España por el mismo sello editorial. Y lo admiré por su empatía y sensibilidad pues, ¿cuántos escritores de reconocido prestigio internacional se han preocupado por dar visibilidad a un colectivo tan poco visible? Hay que ser, por otra parte, muy valiente para atreverse a tamaña empresa sin ser persona trans, incluso habiendo consultado a miembros de este colectivo tal como hizo.

Tengo que decir que cuando salió al mercado la versión original en inglés, hace ahora algo más de dos años, acumuló en la plataforma Goodreads muchas opiniones negativas procedentes de personas trans. Algunas rechazaban la novela, incluso antes de haberla leído, por considerarla ofensiva debido, principalmente, a tres cuestiones. La primera, el título, en el cual se sustituía el símbolo femenino ♀ por la letra «o» en lugar de buscar otro cualquiera que no hiciera alusión al género. La segunda, la sinopsis, la cual consideraban poco empática con la comunidad transgénero. Por último, la perspectiva elegida por el autor para su narración, la de un niño de trece años que no comprende cómo su idolatrado hermano mayor es, en realidad, una chica. ¿Por qué elegir esta perspectiva y no la de la propia persona trans?

Aunque pertenezco a la comunidad LGTBI, no soy persona transgénero, ni tampoco experta en el tema como pudiera serlo, por ejemplo, un médico o psicólogo. Nací cisgénero, y aunque puedo imaginarme lo difícil que es ser trans, nunca podré ponerme en su piel. Una vez reconocidas mis limitaciones, aquí solo expondré una opinión como lectora de Mi hermano se llama Jessica, de John Boyne, sin ánimo de ofender a nadie. Por si acaso no lo consigo, vayan por delante mis más sinceras disculpas si algunas de las palabras aquí expresadas te han ofendido.

Mi hermano se llama Jessica es una novela corta dividida en diez capítulos donde el autor, como él mismo aclara en el epílogo, trata de explorar «cómo un niño podía abordar las complicadas cuestiones del género y la sexualidad, pero no desde el punto de vista del que las sufre, sino a través de otro a quien quiere». de modo que nos encontramos una novela escrita con la voz narrativa de Sam, un niño disléxico que a los trece años no comprende que siempre ha tenido una hermana mayor, encantadora, paciente con su problema de dislexia y buena jugando al fútbol, aunque llevara ropa de chico. Y esta falta de comprensión inicial también la muestran sus padres, ambos dedicados a la política. Los tres tendrán que esforzarse para aceptar la identidad de género de Jessica si no quieren perder a una hermana, o a una hija, respectivamente.

La novela es amena y el lenguaje sencillo y coloquial, adaptado al de un chico entre los trece y los dieciséis años, y en esto John Boyne es un experto porque ya acumula en su bibliografía varias obras donde los niños son los protagonistas.

Los personajes están bien construidos. Como ya he dicho, el protagonista es Sam, un adolescente cuya dislexia le proporciona inseguridad para hacer amigos; se siente incomprendido por sus progenitores e invisible para todo el mundo, salvo para su hermana mayor a quien idolatra; es el personaje que más evoluciona a lo largo de la historia. Los padres se dedican a la política, siempre pendientes del qué dirán, en especial la madre, una diputada con ansias de ascender a primera ministra y rehén de la imagen que ofrece a sus votantes; son los que esgrimen las palabras más ofensivas, pero se ajustan al perfil de los personajes. Y Jessica, la chica trans, sin ser la protagonista, como lector empaticé desde el principio con ella; de hecho, es con la única con quien logré empatizar, pues, aunque comprendí la actitud inicial de los otros personajes, no la acepté. Hay otro personaje, la tía de Jessica, Rose, ejemplo paradigmático de la tolerancia y de aquellos que abrazan la diversidad.

Respecto al debate que se suscitó en su momento, particularmente no entiendo cómo la obra no se ha registrado con el título «Mi hermana se llama Jessica», a falta de otro mejor. Entiendo que «Mi hermano se llama Jessica» son las palabras que grita el protagonista en cierto momento de la narración, pero me gusta más aquel donde se ríe y aclara que esa chica tan guapa Es mi hermana Jessica, señal de aceptación total.

Esta novela me trajo a la memoria la lectura de Mi nombre es Violeta, de Santi Anaya, una novela inspirada en la vida de la hija del actor Nacho Vidal que, según declaraciones del propio Nacho y su mujer, Franceska Jaimes, a los seis años les dijo que ya no quería seguir siendo un niño, ni vestir como un niño, porque su cabeza le decía que era niña. En la novela de John Boyne, la chica trans se lo asevera a su familia a los diecisiete años, y a través de los ojos de Sam, el hermano pequeño, vemos la actitud con que se toman sus padres y él mismo la noticia, y el camino que recorren hasta la aceptación, como no puede ser de otra manera cuando se quiere a esa persona.

Ahora, ¿es la perspectiva elegida en este caso la más idónea? Pues yo creo que depende. Si el autor se hubiera querido centrar en lo difícil que es la salida del armario para una persona trans y en todos los problemas que tiene que afrontar, quizá no sería la más adecuada. Pero sí lo es considerando, uno, que es muy difícil ponerse en la piel de una persona trans sin serlo; dos, que se trata de una novela de ficción juvenil cuyas características intrínsecas limitan bastante a la hora de escribir sobre un tema complicado; y tres, que también se necesitan obras en el mercado que subrayen la necesidad de que son la familia, los amigos, el entorno y la sociedad, en general, quienes tenemos que evolucionar para aceptar sin reservas a las personas trans, como lo hacen finalmente los protagonistas de Mi hermano se llama Jessica. Y con esta novela John Boyne consigue resaltar esto último. Aunque creo que, hoy en día, no son los niños precisamente quienes tienen dificultades para aceptar a una persona trans, sino los adultos que hemos crecido en una sociedad más cerrada, intolerante y llena de prejuicios.

Con sus más y sus menos, Mi hermano se llama Jessica me ha gustado. No es de las obras que ponen el foco en las dificultades que deben enfrentar las personas transgénero —aunque tampoco las deja de lado—, sino en el camino que aún debemos recorrer para lograr una sociedad más tolerante y diversa.


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