Y de mí, olvidaos. Y me olvidaréis. Vale más llorar junto a una tumba que compadecer a un enfermo. (Últimas palabras de Max Blecher a su madre, poco antes de fallecer.) |
Y de mí, olvidaos. Y me olvidaréis. Vale más llorar junto a una tumba que compadecer a un enfermo. (Últimas palabras de Max Blecher a su madre, poco antes de fallecer.) |
Más que una sucesión de acontecimientos, la relación de mis recuerdos y pensamientos debería ser una sucesión de habitaciones con distinta iluminación, la mayoría de ellas tristes y nostálgicas, habitaciones bañadas por luz de lluvia, donde yacía con los ojos abiertos, viendo pasar la vida por mi cuerpo fofo e inerte, con la conciencia gris y la sensación de no existir.
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Yo me pasaba la mayor parte de las tardes fuera del sanatorio, de paseo con el cochecito. Me daba mucha pena no poder levantarme de la camilla para acariciar al caballo. Me ligaba a él una amistad indirecta gracias a un amigo que le daba el azúcar que yo llevaba para él en el carrito.
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La inutilidad llenó los huecos del mundo como un líquido que se hubiese extendido en todas direcciones, y el cielo encima de mí, ese cielo eternamente correcto, absurdo e inconcreto, adquirió el color propio de la desesperación. En esta inutilidad que me rodea y bajo este cielo maldito por los siglos de los siglos deambulo todavía hoy.
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Durante mi pesadilla, veo y noto la posición en la que me hallo, sé en qué lecho y en qué habitación duermo; la pesadilla parece revestir mi posición auténtica y mi auténtico estado de sueño con una piel delgada y fina. En este sentido, podría decirse que estoy despierto: estoy despierto pero duermo y sueño con mi vigilia. En ese momento sueño también que estoy durmiendo.
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Te recibo en mi lecho de muerte, solían ser sus primeras palabras. La voz venía de lejos, trémula, como la mirada azul y sedosa desde sus órbitas hundidas. Bajo la cubierta, las rodillas petrificadas formando un ángulo agudo —una tabla partida— y, debajo del costado taponado de algodón, una bolsa que recogía los residuos purulentos provocados por la hemorragia de los abscesos. Pálido como la cera, guapo y desgarrador, como una estatua viva del dolor. (Palabras del poeta rumano Saşa Panã, en recuerdo a la memoria de su querido amigo, Max Blecher.) |
¿Cuántas novelas hay en la serie Harry Potter?