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Las mejores frases de La barraca (4)

Macabea
Macabea 27 February 2021
-¡Pepeta! -dijo con voz indecisa, como si
no tuviese la certeza de que era ella misma.
Levantó su cabeza Pepeta; fijó por primera vez sus ojos en la mujerzuela, y también
pareció dudar.
-¡Rosario!... ¿Eres tú?
Sí, ella era: lo afirmaba con tristes movimientos de cabeza. Y Pepeta, inmediatamente, manifestó su asombro. ¡Ella allí!... ¡Hija de
unos padres tan honrados!... ¡Qué vergüenza,
Señor!...
La ramera, Por costumbre del oficio, intentó acoger con cínica sonrisa, con el gesto
escéptico del que conoce el secreto de la vida y
no cree en nada, las exclamaciones de la escandalizada labradora. Pero la mirada fija de los
ojos claros de Pepeta acabó por avergonzarla, Y
bajó la cabeza como si fuese a llorar.
No, ella no era mala; había trabajado en
las fábricas, había servido a una familia como
doméstica; pero al fin sus hermanas le dieron el
empleo, cansadas de sufrir hambre; y allí estaba, recibiendo unas veces cariño y otras bofetadas, hasta que reventase para siempre. Era natural: donde no hay padre y madre, la familia
termina así. De todo tenía la culpa el amo de la
tierra, aquel don Salvador, que de seguro ardía
en los infiernos. ¡Ah ladrón!... ¡Y cómo había
perdido a toda una familia!
Pepeta olvidó su actitud fría y reservada
para unirse a la indignación de la muchacha.
Verdad, todo verdad; aquel tío avaro tenía la
culpa. La huerta entera lo sabía. ¡Válgame Dios,
y cómo se pierde una casa! ¡Tan bueno que era
el pobre tío Barret! ¡Si levantara la cabeza y
viese a sus hijas!... Ya sabían en la huerta que el
pobre padre había muerto en el presidio de
Ceuta hacía dos años; Y en cuanto a la madre,
la infeliz vieja había acabado de padecer en una
cama del hospital. ¡Las vueltas que da el mundo en diez años! ¿Quién les hubiese dicho a ella
y a sus hermanas, acostumbradas a vivir en su
casa como reinas, que acabarían de aquel modo? ¡Señor! ¡Señor! ¡Libradnos de una mala
persona!...
Rosario se animó con la conversación;
parecía rejuvenecerse junto a esta amiga de la
niñez. Sus ojos, antes mortecinos, chispearon al
recordar el pasado. ¿Y su barraca? ¿Y las tierras? Seguían abandonadas, ¿verdad?... Esto le
gustaba: ¡que reventasen, que se hiciesen la
santísima los hijos del pillo don Salvador!... Era
lo único que podía consolarla. Estaba muy
agradecida a Pimentó y a todos los de allá, porqúe habían impedido que otros entrasen a trabajar lo que de derecho pertenecía a su familia.
Y si alguien quería apoderarse de aquello, entonces bien sabido era el remedio... ¡Pum! Un
escopetazo de los que deshacen la cabeza.
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Macabea
Macabea 24 February 2021
Estaban más solos que en medio del desierto; el vacío del odio era mil veces peor que el de la naturaleza.
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ana_mendoza
ana_mendoza 26 May 2020
Pero en la tarde, cuando vió venir por el camino a unos señores vestidos de negro, fúnebres pajarracos con alas de papel arrolladas bajo el brazo, ya no dudó.
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Yani
Yani 08 December 2018
En su terror, jamás pensaba, como sus compañeras, en muertos, ni en brujas y fantasmas. Los que la inquietaban eran los vivos.
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