El lobo de Whitechapel

En pleno año 1888, una serie de asesinatos acontecen en los suburbios de la ciudad de Londres. Algo que de normal pasaría desapercibido, sin darle al caso mayor importancia al ser las víctimas prostitutas sin familiares que reclamen justicia, si no fuera porque dichos asesinatos trascienden hasta los medios, poniendo a Londred y a su cuerpo de policía en entredicho ante otras grandes potencias mundiales.

De esta manera nos sumergimos, desde la primera página, en una novela de investigación, de ritmo pausado y en la que todas las piezas van encajando poco a poco.

Quizás no estamos ante la más trepidante de las tramas, pero es gracias a este pequeño descenso en el ritmo que nos podemos deleitar con el maravilloso trabajo de investigación y ambientación. Una ciudad de Londres cuya oscuridad de ve reflejada en el espíritu podrido de las personas que en ella habitan. Un mundo corrupto cuya decadencia impregna cada página de la novela, dando lugar a una narrativa algo lóbrega y sombría que, junto con la trama principal, despierta en el lector un batiburrillo de sensaciones tales como la desesperación, la intriga, la angustia o la frustración. Y aunque he disfrutado de este ritmo pausado, es cierto que no me hubiera importado que se sintetizaran un poco más algunas de las escenas de la parte central del libro.

Una novela que nos aporta una nueva visión del mito de Jack el destripador, incluyendo en esta la perspectiva del asesino y aderezando el conjunto con un componente político que tendrá en el desenlace un papel mucho más importante del que pudiera parecer inicialmente.

Y es que en este libro no hay nada que se deje fruto del azar.

Una obra pensada para aquellos lectores a los que les guste el thriller histórico, que prefieran una buena ambientación a una trama trepidante y que, en mi opinión, gustará tanto a los amantes del Londres del s. XIX como a aquellos lectores a los que les atraigan las tramas de asesinos en serie.