La marca

En Islandia se debate si hacer obligatorio un test que mide los niveles de empatía de las personas. ¿Qué harías tú en ese contexto? ¿Te someterías a la prueba mientras sigue siendo voluntaria? ¿Y crees que la pasarías?

El debate está servido en 'La marca', una novela futurista de Fríða Ísberg que recoge a la perfección la polarización de la sociedad cuando se enfrenta a dilemas morales o temas controvertidos. Y es que la cosa no es tan fácil como aprobar o suspender, ser una persona apta o no apta: el resultado de la prueba puede tener consecuencias en el empleo, en el acceso a una vivienda... Aparte de la desconfianza que genera el no querer someterse al test. ¿Qué tienen que esconder estas personas? ¿Es la prueba una sumisión y un control por parte del gobierno, o una manera bienintencionada de garantizar el orden social y ayudar a quien lo necesita?

'La marca' es una novela coral narrada desde la perspectiva de varios personajes que o bien impulsan o bien están afectados de alguna manera por el test. Este punto de vista múltiple hace que la historia sea muy rica, que se desarrollen múltiples cuestiones que arrolla la onda expansiva que genera estar o no 'marcado'. Y lo hace de la manera más inteligente posible cuando se pretende incomodar o hacer más difícil un posicionamiento claro a quien la lee: dándoles un trasfondo humano.

A lo largo de la lectura me he debatido constantemente entre si estoy a favor o en contra de la prueba, y no lo he decidido todavía. Para mí, eso ha sido clave en esta lectura y uno de los motivos por los que me ha gustado tanto (aunque eso es muy personal y habrá quienes salgan con una opinión muy clara). Entiendo las dos posturas y creo que no es una cuestión que poder tomarse a la ligera. Empatizo con los motivos por los que la defiende el bando partidario y con los que hacen a los detractores serlo.

Y eso es en parte el claro objetivo de Ísberg: nos suelta delante de una prueba de empatía y nos obliga a empatizar con ambos bandos. Nos recuerda los peligros de una discrepancia tan feroz, que no tiene en cuenta la opinión contraria y la desprecia hasta imposibilitar cualquier entendimiento o acercamiento.

No es una lectura fácil, tampoco excesivamente complicada, aunque a la vez sí es ágil. Cuesta un poco ponerse en situación, pero en cuanto te ubicas te engulle como una ola que te traga hasta las profundidades de ese Reikiavik deprimente, caótico y agobiante.

Os recomiendo muchísimo esta lectura tanto por los dilemas que plantea como por su fuerza narrativa, en la que destaco especialmente cómo, pese a estar narrada en tercera persona, el estilo narrador se apropia de las personalidades de cada personaje para acercarnos a su forma de pensar y de ver el mundo.
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