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Crítica de Guille63


Guille63
27 October 2023
¡¿Quién me mandaría a mí?!

Han pasado casi 30 años desde mi primera lectura. Tendría yo por aquel entonces la edad de Laura Avellaneda, la joven protagonista de la que se enamora Martín Santomé, casi treinta años mayor que ella y unos cuantos menos de los que yo tengo ahora.

Una relectura no supone solo afrontar nuevamente una novela que, como es este el caso, disfruté mucho en su día, también te pone frente a aquel que fuimos y, también como en este caso, frente a aquel que pasó por alto un aspecto que ahora me ha revuelto las tripas y ha tirado por tierra la alta consideración en que tenía a la novela y al tipo que la escribió.

Pero empecemos por el principio que suele ser la mejor forma de empezar.

La novela es el diario que escribe Martín Santomé en los meses previos a su jubilación (¡¡¡ a los 50 años ¡¡¡), un diario que seguramente me recordó en su día, y sigue haciéndolo, a los diarios que escribió Miguel Delibes sobre Lorenzo, un personaje que reflejaba de una forma deliciosa la vida cotidiana en los campos de castilla de mediados del siglo pasado, y a los que tengo un enorme cariño.

Lamentablemente, en aquellos tiempos no escribía comentarios acerca de lo que leía, por lo que no puedo saber qué me pareció el personaje de Martín en aquella primera lectura. Imagino que, como a Benedetti, también me pareció un viejo (¡¡¡ a los 50 años ¡¡¡) que a su provecta edad (¡¡¡ 50 años ¡¡¡) se lamenta de no haber afrontado la vida con más valentía y decisión y de acabar en una oscura oficina, en una vida monótona y gris, convertido en “Un tipo triste que, sin embargo, tuvo, tiene y tendrá vocación de alegría”. Tampoco valoraría en la misma medida sus reflexiones acerca de la vejez (¡¡¡ a los 50 años ¡¡¡), lo que suponen “las treguas” inesperadas que nos enganchan, y cómo, de nuevo a la vida, lo que constituye el verdadero drama de hacerse mayor:

“Cuando decimos, por ejemplo, «que nos aferramos a la vida», la estamos asimilando a otra palabra más concreta, más atractiva, más seguramente importante: la estamos asimilando al Placer… ¿cuántos (años) me quedan de Placer?”

Mi punto de vista acerca de las relaciones paternofiliales que se retratan en la novela sería con absoluta seguridad muy distinto del que ahora tengo con dos hijos ya mayores, y quizá no me sorprendieran ni me molestaran tanto los aires de superioridad, de perdonavidas, el paternalismo y el machismo del protagonista, características de las que ahora pienso que el autor incluso podría no haber sido consciente. Pudiera ser que en su día lo achacara a que eran otros tiempos, a que simplemente el autor quiso retratar una época en la que ese era el sentir común tanto de los hombres como de las mujeres de la época.

Estoy seguro de que sonreiría y me emocionaría con algunas situaciones, que reiría con su humor (aunque ahora este me haya parecido en alguna ocasión cruel y de mal gusto), que aplaudiría muchas de sus reflexiones (“Tampoco estoy seguro de que Dios, si existe, vaya a estar conforme con nuestra credulidad”), su crítica de ciertos absurdos convencionalismos sociales o su claro afán de honestidad y de denuncia de la corrupción y la justa atribución de responsabilidad a cada uno de nosotros por nuestra resignación ante ella cuando no la directa democrática coparticipación.

“Yo creo que en este luminoso Montevideo, los dos gremios que han progresado más en estos últimos tiempos son los maricas y los resignados”

… Un momento, ¿QUÉÉÉÉ? ¡¡¡¿LOS MARICAS?!!! Vale que los tiempos han cambiado mucho y ciertas cosas que antes podían ser una mera brisilla molesta, ahora son un viento que nos zarandea y nos deja revueltos, pero no me explico cómo no me asqueó en su día, dado lo que recuerdo que me gustó, la tremenda homofobia que rezuma la novela. Mario Benedetti eligió que uno de los hijos de Martín fuera homosexual, algo irrelevante en la trama principal, algo absolutamente gratuito, algo que no parece responder a la denuncia, ni siquiera al hecho de dejar constancia, de la situación de los homosexuales en aquella época en Montevideo. Más bien parece traído aquí únicamente para poder expresar su sentir hacia la homosexualidad, para poder decir cosas tan miserables como…

“Mi hijo es un marica. Un marica. Uno como el repugnante de Santini… Hubiera preferido que me saliera ladrón, morfinómano, imbécil.

Está perdido. No siente escrúpulos… se justifica con ardor, te aseguro que no tiene complejo de culpa. Entonces dije: «Si le reviento la cabeza a trompadas, vas a ver cómo le viene el complejo de culpa». Blanca se rio…"

Verdaderamente pienso que Martín Santomé es un personaje que Mario Benedetti crea con ambición de modelo de buena gente, y que pone en su pluma de diarista pensamientos e ideas que él mismo defiende.

“Quisiera sentir lástima hacia él (su hijo homosexual), pero no puedo… Ni ahora ni nunca”

Bien, como siempre digo, mis calificaciones no tienen tanto que ver con la calidad del libro como con el placer o displacer que me hayan causado y bien que hubiera querido sentir comprensión hacia Benedetti, pero no puedo… Ni ahora ni nunca.
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