La magia de ser nosotros

Cuando terminé La Magia de ser Sofía, dejé pasar un tiempo entre el primer libro y el segundo para bajar un poco el hype que tengo por todo lo que escribe la autora.

Comencé a leer La Magia de ser Nosotros el 24 de julio y ahora afirmo que he terminado. Siempre me digo a mi misma “Que te guste una autora o autor no significa que deba gustarte todo lo que escriba” y esa es la realidad.

Con La Magia de ser Nosotros la historia tiene muy buenos planteamientos que no suelen ser concurrentes en las novelas románticas. Elisabet sabe ahondar en las emociones de los lectores a través de sus personajes, lo narra con una forma muy peculiar, cercano diría yo, pero creo que también ese es su talón de Aquiles: por querer llegar más hondo en los lectores cae en lo repetitivo y se enrolla como una auténtica persiana.

Entendí muchos de los pensamientos de los personajes, pero fueron muchísimas las ocasiones en las que Sofía soltaba unas parrafadas tan enrevesadas que me dejaron con cara de what do you say ma friend?

Y sí, Elisabet tiene magia, Sofía tiene magia y hasta a mí se me pegó ese soplo de purpurina que ambas reflejaron en la novela pero llega un momento en que te da nauseas y tienes que parar. No solo por el brillo, que empieza siendo tenue, te gusta y lo crees, y ves como poco a poco te va iluminando hasta dejarte ciego por unas buenas horas. No lo soporté. Ni a la magia ni mucho menos a Sofia. Puede que en el universo existan personas como ella, pero eso me suena más a un ideal que todos desearíamos tener.

Con Héctor fue todo lo contrario. En él sí vi el proceso del cambio. Vi mejorías que en Sofía y en los demás no percibí. Es el mejor ejemplo del hombre que sabe lo que quiere sin tener grandes aspiraciones, que falla pero que sabe pedir perdón, un gentleman en situaciones en las que ni yo aguantaría tantas ofensas hacia mi persona (esto lo digo por algunas escenas muy ofensivas hacia él) y la cómo afronta la situación, sin miedos, con lo único que tiene, mucho para él y poco para cualquier otro con aspiraciones más grandes que las de él. Y sabe amar, o por lo menos lo intenta.

Sofía en cambio, me pareció precipitada, su magia (lo repito tal cual como lo repite la autora, hasta el cansancio) y cuando el brilli brilli se le sale de las manos es cuando acelera… y no le queda de otra más que chocarse contra la pared. El final fue igual que ella, precipitado, inmaduro y poco convencional.

No quiero decir que con esta reseña ya no vuelva a leer a Benavent pero me tomaré un descanso, y cuando vuelva a leer otras de sus novelas anteriores a “Un cuento Perfecto” (Libro que me leí, me enamoré y es una de mis mejores lecturas del año) las leeré moderando mis emociones y prestándoles atención a los detalles que la autora también nos quiere mostrar: que sus personajes no siempre tienen magia, ni siquiera sus historias de amor, por mucho bien que se le dé esto de escribir novelas.