Alguien que me cuide

“Algunas historias tienen finales felices, por lo menos durante una temporadita”

Vale, sí, lo reconozco, me pasó inadvertido, bueno, no exactamente, me gustó, me gustó mucho. de hecho, el suyo fue uno de mis preferidos en esa maravillosa antología del cuento norteamericano que compiló Richard Ford allá por los años noventa, pero no me quedé con su nombre, no busqué y leí todo lo que de él pude encontrar publicado. Bien es verdad que no hubiera encontrado nada, no fue hasta la siguiente década que la editorial Tropismos, ya desaparecida, publicó todos sus relatos en tres libros, este incluido. Ya tengo controlados a los otros dos, me haré con ellos.

Bien, ahora a ver si consigo abrirles el apetito a ustedes, y para ello no renunciaré ni a citar a autores como Ford, Carver o Wolff, tal y como hacen los pocos comentarios que de sus libros se pueden leer por aquí, todo vale si sirve para que ustedes presten la atención que se merecen los cuentos de, pónganse en pie, Richard Bausch. No digo que la mención de tales estrellas literarias sea un simple reclamo publicitario, al fin y al cabo son de la misma generación, todos son grandes autores realistas cuyos cuentos retratan a la clase media, gente sencilla que pasa malos momentos con su pareja o deben solventar conflictos con padres o hijos, o, en fin, que les pesa la vida. Pero Bausch no es ni Ford ni Carver ni Wolff, ninguno es como cualquier otro y eso es lo que los hace más grandes.

Bausch, pese a la frialdad que le achacan algunos, muestra una gran comprensión y compasión por unos personajes que nos pueden llegar a parecer ridículos, que de hecho es muy posible que lo sean, pero que luchan de la mejor manera que pueden y saben por hacer algo con sus vidas, por conseguir su porción de la tarta de la felicidad que les han dicho que les corresponde, aunque solo sea simulando que se la comen. No son pocas las notas de humor con las que trata los pequeños o grandes dramas de estas gentes, sin que ello signifique banalizar sus historias, muy duras en algunos casos: padres que no saben cómo lidiar con la pareja casi anciana de su joven hija o con su maltratador, un hombre al que un fortuito golpe de suerte le complica la vida, hijos con padres extravagantes, seres necesitados de alguien que les cuide aunque sean tan patéticos como ellos mismos, parejas que quieren pero no pueden, parejas que pueden pero no quieren… grandes historias que no ocupan más allá de veinte o veinticinco páginas, y que leídas con la moderación que requieren siempre los libros de relatos, saciarán los apetitos que espero haberles creado.