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Jordan no tiene reparos, ni para causar furor con su programa batiendo récords de audiencia, ni para destapar todos los sucios secretos de sus invitados, ni para dejar en ridículo a las personas que la llaman a su programa. No tiene filtros. Casi podría decirse que no tiene ni corazón. Siempre que no tenga que ver con Charlotte, su hija, la persona más preciada de su vida. Cole sabe que tiene que cumplir el deber a toda costa, descubrir cada asesino encubierto, dudar de todas las pruebas y poner a los demás, a los que tiene que salvar, por delante de sí mismo. Sus caminos se chocan en un atasco, en un inocente inicio en el que Jordan deja su coche en medio de ese atasco inamovible porque llega tarde al trabajo y Cole la sigue hasta su edificio para multarla por ello. Pero todo se enreda con una llamada a la emisora, un tal Barnie le propone un juego a Jordan, un juego con el que inician explotando todos los taxis ubicados en el atasco. Cole no debería de hacerse cargo del caso, le han rebajado a policía de tráfico, pero la situación lo lleva a actuar, a salvar a los que se encuentran en el edificio de cincuenta plantas que contiene la emisora de radio de Jordan, porque van a por ella y Barnie no parece tener reticencias a la hora de pasar por encima de todos los que sea necesario. Sabía que no iba a tener un nivel similar al de la trilogía El cuarto mono, esos libros son una auténtica obra de arte insuperable en el ámbito del thriller policiaco incluso por el mismo autor; pero quería pasármelo bien, involucrarme con sus personajes y sentir el corazón el la garganta a causa de la tensión. Ha sido así, pero sin serlo del todo, sin cumplir con todo lo que adoro en un buen thriller. Me han gustado muchísimo ambos narradores, ni Cole ni mucho menos Jordan son de esos personajes con los que conectas y te identificas, pero eso mismo, lo que les hace tan suyos, detestables en ocasiones (Jordan, esta va por ti) es lo que les da la chispa en este libro, en ir queriendo saber más acerca de sus vidas a lo largo de las muertes que se van sucediendo, de las bombas que van detonando, de los pisos que van ardiendo. Aunque me ha faltado más en esta parte: la vida de Cole es una hoja en blanco, parece que se van dejando algunas pinceladas que tienen alguna relevancia para la trama, pero no se desarrolla en ellas y, cuando se hace, ya resulta irrelevante; con Jordan se profundiza un poco más, pero también me ha quedado a deber. Con el resto de personajes, no sé si se debe a no querer dar pistas para con el misterio, pero son demasiado planos para sentirles como algo más que simples secundarios irrelevantes, algunos aparecen sin más de fondo una vez y se recuerda su existencia treinta capítulos más tarde porque pueden aportar algo. Incluso el propio Barnie, el asesino, se me ha ido desinflando un poquito. Es como que la trama va ganando en tensión, en el miedo del qué pasará, pero los caminos se van quedando sin ideas, los tramos acaban en calles sin salida y las razones se nublan un poco. El desenlace y cómo sucede sí que tiene sentido, es acorde al personaje, pero... en ese periodo entre medias, me ha perdido un poco. Sí, ha sido un thriller entretenido, me he sentido involucrada con los protagonistas y me lo he pasado bien; sí, seguiré leyendo lo que publique el autor; pero también me esperaba más. |
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