Seda

Aunque ahora han cambiado las tornas, hace unos años era mi madre quien me recomendaba lecturas a mí. Así, movida por su apasionada insistencia leí ‘Seda', uno de sus libros favoritos y, sin embargo, cuando lo leí y me gustó, pero me gustó “normal”. de eso hace quince años (socorro).
 
Con el paso del tiempo, veo que es una novela de la que siempre se habla, no deja de leerse. Leyendo opiniones y personas hablando fascinadas de esta historia llegué a la conclusión de que tal vez no le hubiera sacado todo su jugo en mi primera lectura por lo que decidí revisitarla. Y ahora sí que sí, ahora lo entiendo todo, ahora quiero gritar ¡qué joya de libro!
 
‘Seda' se te escapa entre los dedos. Querrías quedarte para siempre a vivir entre sus páginas, pero al mismo tiempo, no te queda otra que convenir que su corta extensión es parte de su encanto, de su magia. Tiene algo de cuento, de fábula, y al mismo tiempo, está aterriza en nuestro mundo, en nuestra historia, en nuestras emociones.
 
No quiero adelantar mucho de la trama, porque se lee en dos horas, pero por si quieres saber algo: en la segunda mitad del siglo XIX, el protagonista será el encargado de realizar una serie de travesías a lo largo del mundo, desde una pequeña localidad en Francia hasta Japón para conseguir huevos de gusanos de seda. Estos viajes cambiarán su vida para siempre. Ten en cuenta que la historia de ‘Seda' es sencilla, pero brilla, destaca, es inolvidable por cómo se nos cuenta. Utilizando una prosa poética llena de sensibilidad y delicadeza, con elipsis y repeticiones que le dan una cadencia, pero también un juego, ¡fíjate muy bien si cambia algún detalle en las escenas que se repiten y busca su significado!
 
Si me hubieras preguntado en mi primera lectura de qué va ‘Seda' te habría dicho que era una historia de amor muy bonita. No reniego de eso ahora, pero tengo claro que es mucho más. Esta es la historia de diferentes formas de afrontar nuestro breve paso por la vida, de las jaulas que nos autoimponemos en pro de nuestra comodidad, de cómo las experiencias (como los viajes tanto los que nos llevan a confines del mundo como los que ocurren dentro de nosotros) y entrar en contacto con lo diferente abre nuestras miras, engrandecen nuestra existencia, pero también generan nostalgia e insatisfacción por ante lo conocido. Un libro sobre la inocente esperanza humana de querer que nada que cambie, de que lo que amamos se mantenga siempre igual que lo recordamos.
 
Un libro con una simbología preciosa (no difícil, pero es cierto que en mi primera lectura no la supe ver). Creo que es de esas novelas que tu impresión va cambiando con los años, feliz de haberla leído de adolescente, a mis treinta y pocos y… segurísimo que habrá más reencuentros con esta historia que se adapta al lector. Son tus ojos, tu bagaje, tu situación personal los que hacen variar el core de la novela de un tema, de un detalle a otro. Un libro triste y melancólico y también, todo lo contrario.
 
Una novela que consiguió una de mis cosas favoritas, dejarme mirando al infinito tras acabarla, paladeando lo leído, asimilando el viaje emocional que acabas de vivir.
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