Ninguno de nosotros es completamente culpable de la irrupción de la barbarie, pero tampoco es completamente inocente. No deberáimos olvidar que los que dieron su vida por el prójimo aligeran un poco el peso de nuestra culpa. La luz que luce desde sus tumbas arroja un resplandor claro sobre el camino de los hombres hacia el futuro. La bandera invisible bajo la que cayeron no es una bandera de una causa perdida, de ahí que en su muerte haya cierto consuelo.
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