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¿Cómo es, cómo se hace para nadar y guardar la ropa? ¿Qué puede hacer una mujer especialmente inteligente y sensible con un elevado sentido moral para hallar un equilibrio entre las asfixiantes convenciones sociales (por no hablar de la insondable estupidez de su propia familia) y las ansias de tener una digna vida propia? Más de 200 años atrás, y también en nuestros tiempos, esta callada y permanente lucha por encontrar un camino personal es la cuestión más acuciante, y también la más difícil. Más allá del paso del tiempo que pude arrasar nuestras esperanzas y nuestra belleza (¡Ja!) es, a mi modo de ver, este balance entre la realidad y el deseo el tema que vértebra esta obra póstuma de la genial (Sí Lo Digo) Miss Austen. Jane Austen, mother of pearl, escribe en sus últimos días, sin llegar a revisar del todo, esta melancólica e iridiscente novela, un glorioso canto a la firmeza y las segundas oportunidades (cuando éstas ¡ay! son tan pocas); sin el ímpetu y jovialidad de OyP mas, en mi opinión, con diálogos y situaciones mejor perfilados, una ironía más sutil y acer(t)ada. ¡Ah! y dos momentos memorables del capitán Wentworth frente al famoso Mr. Darcy: cuando coge la avellana y cuando se le cae la pluma. "Allí había aprendido a distinguir entre la terquedad y la firmeza de principios, entre la osadía del atolondramiento y la resolución de un espíritu sereno. Allí había visto cómo todo enaltecía en su estima a la mujer que había perdido, y allí había empezado a lamentar el orgullo, la insensatez, la locura del resentimiento que le habían impedido intentar recuperarla cuando se cruzó en su camino." "El capitán Wentworth, con cinco mil libras y el alto puesto que sus méritos y sus esfuerzos le habían granjeado en su profesión, no era un don nadie. Ahora se le consideró digno de pretender a la hija de un estúpido y manirroto baronet que carecía de principios y de sensatez suficientes para conservar la posición en que la Providencia le había colocado." |
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