Orgullo y prejuicio

Es una de estas historias siempre agradecidas en su adaptación al cine. En la pantalla, lejos de perder, se aprecia la vistosidad del vestuario, la adaptación del guión para que resulte armonioso con la escena y que, en la novela, a veces por el estilo de la época, queda algo seco en cuanto a la dinámica artística.

Lo mejor es el desarrollo cognitivo de los personajes principales. Se considera a la protagonista de la historia y también a su autora como una transgresora de su propio tiempo, si bien eso sólo es hasta que, primero, llega el uso de manidos clichés (el malo y el bueno que se confunden de entrada, las bobaliconas que no ven más allá de una renta) y por último, al desenlace edulcorado al que quedan abocadas todas las historias románticas de ese periodo.
Al final, cada cual es hijo/a de su época.