Orgullo y prejuicio

Un 28 de enero, exactamente el 28 de enero de 1813, se publicó de forma anónima el libro del que más ediciones atesoro y al que vuelvo todos los años. ¿Por qué, si ya me lo he leído este año, no he hecho ninguna publicación ese día? Básicamente porque no me ha dado la gana 🤣
¿Por qué me leo esta novela tan simple un año sí y otro también? Porque de simple tiene lo justo (nada, en realidad), por mucho que cada uno de los dichosos retellings que me he leído buscando algo de la genialidad perdida de Austen se empeñen en convertirla en una mera historia de amor o, como lo llaman las jovencitas, un enemies to lovers. Curiosamente, esas mismas personas se quejan de lo abrupto del final. A ellas les digo: ¿y si ese estupendo galán y toda la historia de amor son sólo la excusa para criticar todas esas cosas que una mujer de la época está condenada a padecer? Cinco hijas de un caballero sin dinero ni hijos varones se enfrentaban a un futuro muy oscuro; por muy tonta que fuese su madre entiendo su imperioso deseo de casarlas (bien, a poder ser). Por muy divertido y ocurrente que sea su padre, su indolencia es digna de lástima. Por muy insufrible que sea Lady Catherine nos deja claro cómo funcionan las clases de la época y las dificultades para ascender en la escala social. Por muy perspicaz que sea Elisabeth nos muestra cómo un orgullo herido puede hacer que nuestro juicio se nuble... Y cada nueva lectura nos regala un detalle, un gesto, que se nos habían pasado.
Al menos si elegimos una buena traducción (Alba o Alianza) y no sólo una hermosa edición que nos lleva a Mr. Darcy de saraos (sí, tenía que soltarlo 😂)