Y cuando los chicos más necesitaban de alguien, alguien a quien amar y en quien confiar, se encontraron unos a otros y se llamaron a sí mismos Los chicos del hambre, y vivieron y rieron y vieron que era bueno.
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Y cuando los chicos más necesitaban de alguien, alguien a quien amar y en quien confiar, se encontraron unos a otros y se llamaron a sí mismos Los chicos del hambre, y vivieron y rieron y vieron que era bueno.
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Consideren esto: millones de recuerdos en una mente, todos ahogándose en un río enfurecido, jadeando y aferrando para sobrevivir un trozo de cuerda, una rama de olivo. No son accidentales los recuerdos que perduran. Son sobrevivientes.
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Los dos se dieron la vuelta y se pusieron uno junto al otro, lo suficientemente cerca como para que sus hombros se chocaran. Para mi sorpresa, mamá tenía el mismo tatuaje que papá, salvo por una diferencia: la brújula de ella apuntaba rumbo al oeste. Sus brújulas apuntaban una a la otra. Para nunca perdernos, dijo papá. |
Todos somos parte de la misma historia, cada uno, un capítulo diferente. Podremos no tener el poder de escoger el escenario o la trama, pero podemos elegir qué clase de persona queremos ser.
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Y me sentía así: como una botella de champaña agitada; un volcán enfadado, cansado de que los humanos construyan pequeñas casas sobre mis brazos y piernas como si no existiera, como si no pudiera sacudirlas cuando quisiera. Me sentía lleno de cosas furiosas y también cosas heladas, cosas que burbujeaban, hervían y estallaban, cosas que suplicaban por ser liberadas.
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Había estado pesando mucho sobre el amor últimamente, que no depende de la persona que lo recibe, depende de la persona que lo da.
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Manolito ...