Los chicos del hambre de David Arnold
Los dos se dieron la vuelta y se pusieron uno junto al otro, lo suficientemente cerca como para que sus hombros se chocaran. Para mi sorpresa, mamá tenía el mismo tatuaje que papá, salvo por una diferencia: la brújula de ella apuntaba rumbo al oeste. Sus brújulas apuntaban una a la otra. Para nunca perdernos, dijo papá. |