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Crítica de Pedro_Abeja


Pedro_Abeja
12 May 2021
Hace ya un puñado de años, más o menos sobre estas fechas, estaba yo en una buhardilla en París, metido en la cama y completamente absorbido por la lectura de un libro. Era «Soldados de Salamina», de Javier Cercas (Tusquets. 2001). Me lo había dejado y recomendado encarecidamente una profesora de literatura española de la Sorbona que me había contratado para que sus hijas practicaran conmigo su macarrónico español de nietas de emigrantes. La susodicha señora -ella sí con un español excelente- era, además, hija del fundador de la Casera y tenía toda una historia familiar detrás; pero no es este el lugar ni el momento para contarla. La cuestión es que me dijo «llévatelo y me dices qué te parece». Y bueno, por muchas razones me pareció un milagro, un milagro verdadero y necesario.

Entre aquella brumosa lectura parisina y la de este «Patria», de Fernando Aramburu (Tusquets, 2016), que fue luminosa y sevillana, pasaron muchos años; pero hay algo que en mi mente las une, como un hilito luminoso, como la conexión entre dos neuronas que, pese a estar cada una en una punta del cerebro, se saludan y se reconocen.

El tema del libro de Aramburu no es agradable ni especialmente atractivo. Todos hemos crecido con el terrorismo de ETA y hemos sufrido cierto empacho informativo, cierta sobredosis de bombas, asesinatos, secuestros, zulos, imágenes horribles, miedo y odio. Así que lo normal es que al enfrentarnos a una sinopsis como la de «Patria» pongamos los ojos en blanco, resoplemos y soltemos un «Puf... ETA. ¡Qué pereza!». Como cuando te encuentras con alguien a quien no te apetece saludar. Pero esto que, en principio, podría parecer un hándicap es en realidad el mayor acierto de la novela, porque la clave del éxito de «Patria» (también del de «Soldados...» en su momento) es que nos planta frente a algo que estamos convencidos de conocer perfectamente y, moviendo un dedito delante de nuestras narices, nos dice: «No, no. No tienes ni idea, muchacho/a. Anda, pasa y entérate».

¿Y cómo hace esto @yo_fernando_aramburu ? Pues, como toda buena novela, a través de sus personajes. «Patria» nos muestra todos los rostros del terrorismo, no solo los de un lado o los del otro, sino los de dentro, los de detrás y los que apenas podemos intuir porque se han puesto de perfil. Nos cuenta sus vidas completas, retratadas con tanto detalle que apabulla, y a todos los dibuja tan bien que resulta complicado no verlos como lo que son: seres humanos en toda su dimensión, capaces de lo mejor y de lo peor. En «Patria» no hay caricaturas. Los personajes están tan vivos, son tan de verdad, que si yo fuera el autor iría por la calle con un miedo real a encontrármelos de frente al girar cualquier esquina.

«Patria» es el retrato del sufrimiento de dos familias de vecinos y amigos -en lo concreto está lo universal- arrastrados por el torbellino y la locura del fanatismo de unos y de otros. Es, como en una matriosca, el retrato de un pueblo. El retrato, en la siguiente muñeca, de una nación. Y en última instancia, con la muñeca más grande, el retrato tuyo, lector, pues de repente uno se ve despojado de todas las certezas que creía poseer y se da cuenta de con qué facilidad pueden despojarnos también de la compasión, de la humanidad y de la capacidad de verse en los ojos del otro.

Decía al principio que «Soldados de Salamina» fue un milagro necesario. de repente, los discursos sobre la Guerra Civil estallaron por los aires en mil pedazos. «Patria» también lo ha sido. Hay libros que uno nunca cree que vaya a poder leer y, sin embargo, ocurren. Y cuando ocurren, uno se da cuenta de la falta que hacían, de cuánto los habíamos necesitado, de que ese era el botiquín que siempre habíamos buscado para nuestras grandes heridas patrias o, quizá, la vacuna, por eso de ir con los tiempos.

Muchos ya habréis leído esta magnífica novela. Otros probablemente estéis pensando en hacerlo por esto de que viene el estreno de la serie y que el libro vuelve a estar en la sección de novedades de todas las librerías -el poder resucitador de las plataformas de streaming-. Si vuestro caso es el segundo, solo os diré una cosa: ni lo dudéis. Metedle mano; echadlo al bolso; sacadlo en un huequito en el trabajo o en los dos minutos que tarda la Thermomix en batir el salmorejo; recibidlo como se recibe a los invitados que no son un compromiso: con los brazos abiertos y sin fecha de salida; hacedle un hueco en la intimidad de vuestro cuarto de baño; dadle paseos de la mano por el parque; disfrutadlo, devoradlo, entrad por la puerta que os abre.
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