Todos los pájaros del cielo

—Lo siento —dijo Patricia—. ¿Ha sido raro? [...]
—Más o menos. Sí. —Laurence tenía los hombros a los lados de las orejas.
—¿Raro bueno o raro malo?
—Solo... raro. La rareza es un valor neutro...

– ¿Por qué iba nadie a ser satanista, de todas formas? No lo entiendo. No se puede creer en Satán sin creer en Dios, así que es elegir el bando incorrecto en una gran batalla mítica.
– Supongo que los satanistas consideran que Dios es el malo y reescribió la historia para quedar bien.
– Pero si es así –dijo Patricia–, están adorando a un tipo que necesita mejorar el departamento de Relaciones Públicas.

Fue a hacer café, porque cuando se acaba de oír hablar de la posible transformación la humanidad en un hatajo de monstruos fetales hay que hacer algo con las manos, y crear algo caliente y acogedor para otra persona.

El corazón no es un detector de mentiras. O lo que sea. Identificar erróneamente al Elegido forma parte del proceso de encontrar al Elegido.

– ¿Cree que la quema de brujas ocasional ayuda a la sociedad a consolidarse?
Patricia perdió el aliento. Cuando lo encontró y subió la vista, miró a Theodolphus tan fijamente que esto no pudo por menos que admirarla. Soltó el aire entre los finos labios.
– Bueno –dijo Patricia–, una sociedad que tiene que quemar brujas para mantener la cohesión es una sociedad fallida y aún no lo sabe.

El amor era la empresa humana con mayor potencial de fallos aleatorios.

Cuando el mundo entero es caótico, debemos ser la mejor parte del caos.

Hagas lo que hagas, la gente esperará que seas quien no eres. Pero si eres lista y tienes suerte, y si te esfuerzas a tope, acabarás rodeada de personas que esperan que seas quien te gustaría ser.

Una sociedad que tiene que quemar brujas para mantener la cohesión es una sociedad fallida y aún no lo sabe.