La casa de los espíritus

Releer La casa de los espíritus ha sido toda una experiencia.

Isabel Allende sin duda tiene una gran capacidad narrativa, sabe manejar las palabras de tal modo que te ves inmerso en la historia desde el primer momento. Me encanta que la mayor parte de la novela esté narrada en tercera persona omnisciente, pero de a ratos tenemos retazos que nos hacen sentir como si la autora misma te estuviera contando la historia de sus antepasados. El ritmo es lento y pausado, de hecho tardé bastante en terminar el libro, pero fluye con total naturalidad. Se reconstruye la vida de generaciones enteras de esta peculiar familia, y pasamos de un personaje a otro casi sin darnos cuenta, porque un simple detalle permite que la autora nos describa a nuevos personajes o nos ponga al día con lo que están haciendo los que ya conocemos.

Los elementos mágicos confluyen tan bien con la historia que ni siquiera parecen serlo: Rosa, con su belleza marina; Clara, con sus poderes mentales y adivinatorios; y todos los fantasmas que rondan por allí. Además, Allende no deja cabos sueltos. Sabe cómo va a desarrollarse cada momento de la historia, por lo tanto te va dejando pistas o directamente te adelanta algunos hechos, de modo que cuando ocurren todo cobra sentido. Esto incluso puede verse en detalles muy pequeños, como los libros mágicos del tío de Clara. Así como este hay un montón de ejemplos en la historia, tantos que en una relectura podrías encontrar mil detalles nuevos.

Si pensamos en los sucesos importantes de este libro, poco podríamos mencionar; ya que lo que destaca no es la trama, sino sus personajes. Como es natural, a algunos los odias, pero de la mayoría te encariñas. Clara, tan peculiar y mágica, ingenua y ausente, bondadosa y olvidadiza. La vemos crecer y madurar, siendo querida y mimada en exceso por la Nana, su familia, y su cuñada, pero no por eso se vuelve egoísta, todo lo contrario. Luego llega un punto en el que empieza a ver la vida de un modo más práctico, perdiendo la inocencia de su juventud y convirtiéndose en una mujer madura; y nosotros como lectores la acompañamos durante todos esos años. Algo que siempre me maravilló de ella es que, a pesar de ver su propio futuro y saber en lo que se estaba metiendo cuando se casó con Esteban Trueba, lo hizo de todos modos y nunca pareció arrepentirse.

Entre mis personajes favoritos también están los mellizos. Nicolás es tonto, excéntrico e idealista, comete mil y un errores por su ignorancia y egoísmo, pero es carismático y tiene buen corazón, así que al final terminas encariñándote con él. Su hermano, Jaime, es todo lo contrario: un hombre sensato, callado y muy poco afectivo, que dedica su vida a hacer el bien a otros pero sin abrirse a las personas ni recibiendo nada a cambio. Me dan ganas de abrazarlo y decirle que ya va a llegar su momento de ser realmente feliz, porque una persona tan buena no puede vivir siempre en la soledad. Su amor por Amanda es muy tierno, pero detesto que se base en la idea de la chica frágil a quien proteger.

De Esteban Trueba es difícil hablar. Hace cosas terribles, violó a un montón de mujeres inocentes porque sabía que podía salirse con la suya, considera a los campesinos unos ignorantes y no los trata bien; es machista, violento, mandón, imprudente y, en resumen, un ser humano detestable. Cualquier otro escritor lo habría convertido en el villano. Isabel Allende, sin embargo, nos habla de él con el cariño de una nieta, ya que sería Alba quien estaría contando la historia. No intenta ocultar ni justificar las calamidades que cometió, pero nos lo presenta como un hombre lleno de defectos que cometió crímenes de los que ni siquiera es consciente, y nos toca a nosotros hacer nuestro propio juicio. Su forma de pensar tristemente era la que predominaba en la época, y a través de él la autora trata temas importantes como el maltrato que han recibido durante siglos las personas pertenecientes a los pueblos nativos y las miles de violaciones que quedaban impunes porque las mujeres pertenecían a una clase social menor.

El contexto político está siempre presente; aunque sea de forma sutil, inevitablemente te lleva a pensar en América Latina. La gran influencia católica, la mezcla cultural, el impacto de las guerras europeas y los cambios que trajeron en Latinoamérica, la llegada de inmigrantes, las diferencias entre clases sociales, la impunidad de los poderosos… todo esto en segundo plano, como telón de fondo para lo que está sucediendo con los personajes. Pero luego las cosas empeoran cada vez más, y cuando habla de la dictadura militar y la forma en que afectó al país sencillamente me hace temblar de miedo y dolor y rabia, porque en mi patria aun duelen las heridas dejadas por la dictadura: los muertos, los torturados, los desaparecidos, los veteranos de una guerra sin sentido. Sin necesidad de dar nombres específicos, Isabel Allende representa el terror que se vivió en esa época, dejándote el corazón en un puño.

En cuanto a los romances, la mayoría de las historias de amor de este libro se dan de forma inmediata, con solo cruzar la mirada ya está sellado su destino; son amores trágicos, no correspondidos y prohibidos. Esa es la parte que menos me gustó del libro, ya que yo refiero los romances tiernos y de desarrollo lento. Algunas de las relaciones de este libro no me parecen muy sanas —aunque la autora tampoco te dice que lo sean—, y los personajes sufren demasiado para mi gusto, pero como luego estos amores tienen una gran importancia en la trama y en el desarrollo de los personajes, en algún momento terminas por creer que se aman irremediablemente.

En fin, me parece que ya he dicho demasiado. La casa de los espíritus es uno de esos libros que no dudo en recomendar a todo el mundo, puesto que el estilo de Isabel Allende te cautiva; si te dejas llevar puedes conocer y enamorarte de un montón de personajes de múltiples facetas y llenos de defectos. El realismo mágico es uno de esos géneros que solo leo cada tanto, y sé que volveré a las obras de esta autora cada vez que me sienta con ganas de leer sobre mi cultura latinoamericana con un toque de magia.