Hace mucho tiempo que ansiaba acercarme a la vida y la obra de Sylvia Plath. Abordé “Ariel” de modo infructuoso hace muchos años. En los últimos meses he empezado a leer su correspondencia y en enero me decidí finalmente a leer su única novela. Y cuanto más me acercaba a ella, más deseaba completar “el puzzle”. La lectura de una biografía suya se imponía, en cierto modo, como una necesidad; en parte para depurar la imagen que yo misma tenía de ella, llena de mitos y de clichés. “La campana de cristal” (claramente autobiográfica) me mostraba a una persona inmersa en múltiples tensiones… algo que he podido confirmar con la lectura de “Magia cruda”. La biografía repasa los acontecimientos más relevantes de su vida, desde su niñez, a la vez que contextualiza todo su proceso de escritura en ese marco vivencial, algo para mi muy necesario. Me alegro inmensamente de haber podido añadir más “capas” de información a la noción estereotipada que tenía de la poeta, y de descubrir a la mujer que trató de complacer a todo el mundo, empezando por sí misma, trabajando para alcanzar esos elevados estándares y tratando de sobreponerse al hecho de no lograr plenamente la aceptación y el reconocimiento en el mundo literario que ella consideraba que merecía su trabajo. Asimismo me complace ser más capaz de situar su obra en un contexto familiar, social y político que da sentido, al menos parcialmente, a sus inquietudes y producciones literarias. Este ha sido un proceso de descubrimiento de una escritora de quien, no me avergüenza decirlo, en realidad apenas sabía nada. |