Termino este libro totalmente rota, dándome cuenta de que me ha cambiado por dentro. No soy la misma persona que comenzó esta lectura en la primera página. Es una novela cruel y dura, porque cruel y duro es el tema que trata: los malos tratos en la familia. Pero además, lo cuenta en primera persona desde el punto de vista de los niños que lo ven, los que también sufren día a día con los gritos y los golpes. Sabía lo que quería leer, lo admito, pero no por ello ha dolido menos. Cada una de las páginas han sido trocitos de papel y tinta se me clavaban en el alma. Incluso he llegado a odiar a esa madre que no se atreve, pero ahora, unas horas después, recobrada la sensatez, al menos lo suficiente como para darme cuenta de que está completamente anulada y es muy fácil culpar a la víctima, una vez más. Un libro nada fácil de leer, que duele mucho, que se sufre desde el primer momento. Pero necesario para darnos cuenta de que tenemos, entre todos, que acabar con esta lacra. Por todas esas mujeres y niños que ya no pueden denunciar, hagámoslo nosotros, en el primer minuto que tengamos constancia de malos tratos. Y cuando digo “todos”, me refiere a hombres y mujeres, pero también a leyes, jueces y fuerzas del orden. Porque no podemos seguir soportando que el 50 % de la población pase ni un día más bajo el miedo. Y por supuesto, ya seáis hombre o mujer, en la primera muestra de violencia por parte de vuestra pareja, salid corriendo de esa relación, ya no basta la excusa de: ¿y los niños? Que tanta veces se escucha, porque está clarísimo que ellos también lo sufren, que aunque no lo digan, lo saben y tienen miedo. Y lo peor, que pocas veces se dice pero que todo el mundo lo sabe: una persona maltratadora es cobarde, por lo que siempre irá a por el más débil. Si estáis dispuestos a que os abran los ojos de una manera radical y os encontráis tan fuertes como para soportarlo, adelante con esta lectura, os aseguro que no os va a dejar indiferente. + Leer más |