Las aristas de la muerte

En tiempos difíciles, siempre parece que por la noche los problemas son aún mayores y el alma se nos encoge un poquito más.

Es increíble como su estado de ánimo se plasma siempre con tanta exactitud en el mío, como si de un espejo de emociones se tratara

Persigo un imposible, rastreo una utopía, investigo una fantasía, pretendo una quimera, husmeo un ideal, indago una ilusión, tanteo un anhelo, exploro un sueño... Vivo en busca del unicornio.

Mi chasis era un cuerpo musculado preparado para sacudir y encajar. Mi motor era un corazón que no era capaz de olvidar ni perdonar. Y mi gasolina era la ira.

Lloré tanto que me quedé sin lágrimas. Allí lo perdí todo, excepto las ganas de vivir.

Dicen que unos días se gana y otros se aprende, ¡pero hoy no queremos aprender nada!

La muerte está al acecho, no descansa y siempre acude sin avisar. Dicen que está tan segura de vencer que nos da toda una vida de ventaja.

No me gusta verla triste, así que hice lo que cualquiera habría hecho en mi lugar si tuviese delante a la mujer de su vida sufriendo en silencio. Desabroché los botones de su astillado corazón. Desnudé su razón de temores. Recogí sus lágrimas del suelo una a una y las transformé en un beso sanador, un beso rebelde que se amotinó contra el miedo y abanderó una carga de pasión irrefrenable. Nos olvidamos de todo y fuimos libres.

Para llegar a ser feliz necesitas ser. Ser va delante de feliz porque es condición indispensable. Necesitamos SER en mayúscula. Estoy hablando de reír, llorar, amar, cantar, emocionarnos, jugar, abrazar, disfrutar...Entregarnos a la vida a pecho descubierto. Ayer, hoy, mañana. Todos los días...hasta que caiga el telón.

Me gusta tu cuerpo geométrico. Tus rectas y tus curvas. Tus lados y tus vértices- Tus senos, cosenos y tangentes. Eres un poliedro perfecto y yo disfruto contemplándote desde todos los ángulos.