Nada se opone a la noche

Si miráis la portada de Nada se opone a la noche podéis extraer al completo la esencia del libro. Esa cara de niña superpuesta al adulto que eres en un futuro creo que define a la perfección lo que este libro es, porque todos o la mayoría de los miedos que te atormentan cuando eres mayor tienen su origen en la experiencias que viviste de niño, y esta historia es ejemplo de ello. Delphine de Vigan hace un ejercicio sincero y valiente en Nada se opone a la noche y decide acercarse de lleno a la vida de su madre. Un acercamiento que no será fácil ya que traerá a la superficie las grandes miserias de su propia familia.

La escritora demuestra una maestría admirable en el manejo de tiempos. Inicias la lectura acercándote a una familia numerosa en apariencia normal. Sin embargo pequeños detalles de la narración te hacen saltar pequeñas alarmas de que algo no es como debiera ser. Es en la segunda y tercera parte cuando la autora te estalla en la cara todo eso que se ha ido guardando.

Nada se opone a la noche es un retrato sincero, valiente, catártico, emocional, sentido. Lucile, la protagonista y madre de la autora, es una mujer que vivió la vida atormentada por un pasado que le condicionó de por vida tanto a ella como a sus hijas. Delphine nos narra su historia y lo hace intercalando su historia con capítulos dónde se sincera acerca de la dificultad de estar narrando esta historia. Una obra que a lo largo de las páginas va concentrando y concentrando dolor para desbordarlo en unas 30 últimas páginas agónicas. Nada se opone a la noche es el resultado de una sinceridad sin ambages, uno de esos libros que una vez llegan a tu vida, es difícil olvidarlos.