La palabra para rojo: 283

#Reseña⭐️⭐️⭐️⬆️
Última novela del premiado y tres veces finalista del Man Booker, Jon McGregor, considerado uno de los mejores autores británicos actuales.

En la Estación K de la Antártida, dos técnicos de geolocalización, Thomas y Luke, junto a un guía experto, Robert Wright, se enfrentarán a un tormenta de inusitadas dimensiones que acabará de forma trágica. El continente de hielo se impone a los códigos marcados de supervivencia.

Wright ("Doc"), es rescatado tras sufrir un grave accidente cerebrovascular que le ocasionará inmovilidad y afasia (un trastorno del lenguaje que dificulta la capacidad para expresarse).

La palabra, la comunicación, en la Antártida puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. de vuelta al mundo civilizado, la palabra, la imposibilidad de articular el pensamiento, es la diferencia entre la socialización y el aislamiento.

En la segunda parte de la novela, la de las secuelas, la dependencia, la pérdida irremediable de la actividad que te hace sentir vivo, la de las relaciones distantes y acomodaticias, la de los cuidados y el sacrificio, la de la resistencia, la de los profesionales del lenguaje y sus métodos académicos y creativos, rendirse no está en los planes sino el coraje de recuperar las palabras y la movilidad.

En uno y otro mundo, en los momentos más críticos, «Uno no se cae hasta que se suelta [...] No mires abajo; no te sueltes. Aguanta. La clave es aguantar, siempre»... ese impulso irracional por la supervivencia.

Una gran historia, una narrativa en la primera parte que nos traslada a lo mejor del género clásico de aventura, que, sin embargo, decae tras el regreso y que emocionalmente no me ha llegado. Una ráfaga de frío antártico me ha mantenido a distancia de los personajes, tan empeñados en la "resistencia" que dejan al margen los sentimientos más humanos ante las tragedias: la frustración, la rabia, la impotencia, la tristeza, un momento de desesperanza, la sensación de vulnerabilidad... Sentirlo no es caerse. Superarlo es levantarse.

He recordado, mucho, a Michka, el enorme personaje de "Las gratitudes" de Delphine de Vigan. La risa, alguna lágrima, el nudo en la garganta... pero eso es otra historia.

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