Amor fraterno: 271

Descubrí hace ya algunos años, no muchos, que escribir sobre los libros que iba leyendo me ayudaba a pensar sobre ellos, a entenderlos mejor, era una forma de profundizar en todo aquello que el libro estaba significando para mí, en indagar en la manera y hasta qué punto me estaba afectando su lectura y, por tanto, una forma eficaz de potenciar el placer de la misma. Pero, sobre todo, era una forma de satisfacer esa necesidad que creo común a todos los que amamos este mundo de los libros de compartir lo mucho que nos ha gustado una novela (de las que no me gustan creo que escribo simplemente por cabreo con el autor y/o conmigo mismo).

Bien, pues durante un buen número de páginas de esta creí que no escribiría nada. No me disgustaba, Dexter es un escritor sobresaliente, pero la novela se estaba instalando en ese triste limbo de los libros bien escritos pero carentes de la capacidad de atravesar la piel. No conseguía emocionarme ese aire burocrático que envolvía el relato.

En “Amor fraterno”, Dexter va destacando unos cuantos hechos determinantes en la vida de Peter Flood -hijo, sobrino y primo de mafiosos irlandeses- desde ese momento de su infancia en el que, paralizado por el pánico, presenció cómo a las puertas de su casa atropellaban y mataban a su hermana que en ese momento se encontraba bajo su vigilancia.

No hay muchos escenarios, las frases son cortas y exentas de cualquier tipo de ornamentación, y los acontecimientos se desarrollan en breves escenas que se suceden como formando parte de una pesada cadena cuyo final parece estar presente en cada uno de los eslabones. Sin embargo, su prosa me fue ganando poco a poco a base de sutileza y profundidad. Dexter demuestra aquí nuevamente su maestría en resaltar precisamente aquello que omite, los gestos solo insinuados o interrumpidos, lo que no se dice, los silencios. Todo adquiere relevancia en esta prosa sobria y contenida con la que nos describe la violencia que preside las luchas entre familias mafiosas de Filadelfia entre los años 60 y 80 del pasado siglo. Este escenario de violencia, despiadada y brutal, será el contexto adecuado en el que representar cómo un entorno duro y corrupto es capaz de intensificar hasta lo incomprensible las personalidades perversas, retorcer, hasta hacerlas insoportables, las buenas almas y hacer pedazos la vida de los más débiles.

“Y entonces, encerrado en la quietud, un instante minúsculo, pasajero, se para dentro de él, y luego adquiere forma propia ondeando como el humo, llenándole casi en el momento mismo en que por primera vez repara en él, llenándole hasta que de pronto teme que dentro de él no queda espacio para respirar.”

Por otro lado, también tengo que reconocer que la novela se fue inclinando poco a poco hacia terrenos muy atractivos para mí. Quién me haya leído ya sabrá de mi debilidad por las almas atormentadas necesitadas de un castigo que les alivie del sentimiento de culpa que les tortura (Peter Flood) y de mi “fascinación-aversión” por la MALDAD, por la crueldad en cualquiera de sus formas, máxime cuando esta se ejerce desde el poder y con grandes dosis de gozo personal (Michael Flood).

Una frase se repite en la novela:

“Ha acabado entendiendo demasiadas cosas; y lo que puede entenderlo puede perdonarlo.”

Yo entiendo la crueldad, soy consciente de los niveles a los que puede llegar, y aun así, soy incapaz de perdonar a tipos como Michael Flood. Como dice el poeta, entre esos tipos y yo hay algo personal.