Plaza&Janés

Tal cual terminó la entrega anterior, El color de la magia, comenzamos esta segunda parte de la novela de fantasía que inicia, al fin y al cabo, la saga de los magos del mundo de Terry Pratchett. Es cierto que decir que inicia como termina es decir que todo se va al garete, pero el universo es muy sabio y sabrá qué hacer con nuestros protagonistas, porque, como os podréis imaginar, las cosas no iban a quedar como estaban y tenemos que seguir con la historia del peor mago del Mundodisco: Rincewind.

Quizá de lo peor

La verdad es que para hablaros de esta novela, casi, tengo que hablaros de lo etéreo del universo y la abstracción pura… Vaya que no puedo decir nada, sin embargo, esta reseña surge porque tengo un montón de impresiones que se pueden compartir y que os invito a desdecir cuando leáis la novela.

Por lo pronto, como decía más arriba, seguimos con la historia de estos dos personajes que son de los más particulares que encontraremos en el Mundodisco. Cuidado, hay otros raros, diferentes, pero con este punto de particularidad graciosa y penosa hay muy poquitos igual. Recordemos, y esto sí lo puedo decir, que Rincewind es un mago fracasado porque no es capaz de memorizar ni un hechizo y Dosflores es el primer turista en la faz de este planeta. Es cierto que en esta parte, el mundo se amplía y nos introduce mucho en las magias (sí más aún) que existen en el Mundodisco. Y eso está bien…, pero quizá es una de las peores novelas que he leído de Pratchett.

¡Esperad! No me tiréis los libros a la cabeza. Cuando nos aventuramos en el mundo de humor, espada, brujería, mitos, religiones y alguna que otra modernez de Pratchett, siempre encontramos obras que nos gustan más y otras que nos gustan menos y eso está bien, se llama afinidades. Sin embargo, si a la primera le podíamos ver las costuras porque era la primera novela del autor y era algo así como la representación del caos, en esta lo que vemos es que se ha metido en un jaleo que no sabe muy bien cómo resolver.

No significa que sea aburrida, no significa que lo que nos cuenta no pueda ser interesante, pero es verdad que no tiene ni la chispa a la que acostumbra ni el gancho de otras. Al menos para mí, eso que quede claro.

Una cuestión de confianza

Sin embargo, así como os digo lo anterior, creo que tenía bastante claro qué final quería dar a esta pareja. No os diré nada sobre él, pero es uno de los finales de fantasía más poético, catártico y bonito que jamás he leído. Así que, aunque solo sea por llega a él, creo que merece la pena. La recompensa suele ser el reposo, la gran admiración de los demás, la paz. Aquí hay un poco de todo eso, pero hay algo más.

Ese algo más no es spoiler, es algo que podemos observar desde el principio del primer tomo: la sinergia entre Rincewind y Dosflores. Si quisiéramos comparar con otras célebres parejas de la literatura podríamos decir que siguen el proceso de Quijote y Sancho en cuanto a la consideración de la realidad, y de Frodo y Sam en cuanto a la relación personal.

En el primer caso, a lo largo de la obra veremos cómo Rincewind comienza a encontrar la magia, una magia de manera diferente y que consigue ver porque comienza a entender el mundo de otra manera. En el caso de Dosflores veremos cómo poco a poco su viaje le cansa y ese asombro ante el mundo que le rodea se convierte en cliché entre ellos. Terminarán estableciéndose los «es tan de Rincewind» y «es tan de Dosflores» dentro de la propia novela.

En cuanto a la otra comparación, poco puedo añadir más. Ambos personajes se necesitan recíprocamente y eso es algo de lo que poco a poco, como veíamos ya en la anterior, vamos profundizando en esta. En este sentido, creo que la belleza de la novela reside en lo que sucede en ella y lo que sucede en ellos y con ellos. No digo más, pero creo que esto es lo que tenía claro el autor.

Aprendiendo

Lo cierto es que aventurarme a Pratchett de esta manera está suponiendo aprender mucho de la escritura y del autor. Al final, siempre tendemos a ver la «obra perfecta» de los escritores, pero creo que nos viene bien también ver cosas menos ideales, como está siendo este caso.

Dicho hecho, creo que hay que leer todo lo que ha escrito el autor inglés. No solo por lo que he comentado antes, sino porque también nos permite una evasión compleja de la realidad. Con él nos reímos, nos llevamos las manos a la cabeza por algunas burradas, pero al final lo que estamos haciendo también es dar un pequeño toque a algunas cosas de nuestro mundo y de nuestra sociedad que parecen automatizadas e irrevocables.

Os lo recomiendo, de verdad, leyendo el anterior eso sí, pero creo que puede ser una lectura que sea respiro y a la vez tenga su empaque. Espero que os animéis con ella.










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Aunque en los últimos tiempos he ido leyendo libros recientes de Stephen King, hacia ya bastante que no leía uno de sus libros antiguos.

Y aunque los más recientes siguen siendo muy buenos estos de los años 80 son geniales.

Es sorprendente terminar la primera de las tres partes que componen el libro, pararte a pensar que realmente hasta ese momento no ha pasado nada. Y sin embargo no has podido parar de leer.

Obviamente, ni que decir de las otras dos partes donde el suspense no para un segundo.

Para mí esto es lo mejor de todo. La forma de contar la historia, como la plantea y la va desarrollando poco a poco. Como sitúa cada personaje y como se va enmarañado la trama mucho antes de que realmente todo se precipite.

Y por supuesto, esos típicos finales tan típicos de Stephen King por ese entonces, dejando esa rendija abierta, ese y si....

Siempre me han encantado sus historias y su forma de escribir. Y sin duda este es un libro a la altura de los mejores que ha escrito.

¡Noooo! ¡Eddie!

Lo siento, la costumbre. Todavía duele un poco lo que pasó con este personaje en la cuarta temporada de Stranger Things, así que el libro trajo a la mente algunos recuerdos de vietnam.

En fin, dejando de lado que a los guionistas y creadores de la serie se les ocurrió eliminar a uno de los personajes más rompedores de toda la serie, el libro cumple con lo que promete. Nos lleva a conocer un poco más del inadaptado favorito de Hawkins, al tiempo que descubrimos que, de hecho, el hombre tuvo una oportunidad de triunfar en la música.

Quién lo diría, aunque, tras verlo tocando Master of puppets no me sorprende nada. Eddie siempre demostró cierto talento para los problemas, una buena pizca de humor negro y un montón de lealtad hacia sus amigos, así que verlo de nuevo en escena y como el protagonista de su propia historia fue un excelente recordatorio de por qué se convirtió en uno de los personajes más queridos de esa cuarta temporada.

En fin, fue lindo mientras duró, y que nos quede en la consciencia que, así como se les juzga a muchas personas por sus orígenes, ellos bien podrían juzgar al resto por cómo nos vemos, hablamos y lo que hacemos. Mejor hay que evitar cometer esos errores.

Y abajo la secundaria de Hawkins y el director Higgins.

¡Arriba el club Hellfire!