Hojas de hierba de Walt Whitman
Sigo, paro, con rodillas flexibles y pulso firme vendo las heridas, soy enérgico con todos, las punzadas de dolor son agudas pero inevitables. Uno vuelve a mí sus ojos suplicantes, ¡pobre chico! No sé quién eres, pero creo que, en este momento, no me negaría a morir por ti, si eso pudiera salvarte. |