Una habitación propia de Virginia Woolf
Las dificultades materiales de las mujeres eran formidables, pero mucho más lo eran las inmateriales. La indiferencia del mundo que Keats, Flaubert y otros hombres de genio encontraron tan difícil de soportar era en el caso de las mujeres no ya indiferencia sino hostilidad. El mundo no les decía, como a ellos: Escribe si es lo que quieres; a mí me trae sin cuidado. El mundo les decía con desprecio: ¿Escribir? ¿De qué sirve que escribas?
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