Al faro de Virginia Woolf
Ya estaban encendidas todas las velas y la luz acercaba los rostros situados a ambos lados de la mesa, creando, como no había sido posible durante el crepúsculo, un grupo unido; y es que ahora los cristales dejaban fuera la noche, porque lejos de dar una visión exacta del mundo exterior, lo ondulaban de una manera tan extraña que el interior del comedor parecía el reino del orden y de la tierra firme, mientras que del otro lado solo existía un reflejo en el que las cosas temblaban y desaparecían como en un mundo acuático.
|