Mujeres que compran flores de Vanessa Montfort
Cuando se piensa no se siente y cuando se siente no se piensa.
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Mujeres que compran flores de Vanessa Montfort
Cuando se piensa no se siente y cuando se siente no se piensa.
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Mujeres que compran flores de Vanessa Montfort
Nuestro acuerdo se selló con un asentir de mi cabeza y un guiño de uno de sus ojos azules como rúbrica.
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Mujeres que compran flores de Vanessa Montfort
—Recuerda, querida amiga, «podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera».
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La mujer sin nombre de Vanessa Montfort
-----"Maravillosa, ¿no es cierto?----susurró---, la gente cree que tener talento es cuestión de suerte, pero nadie piensa que la suerte puede ser cuestión de talento."
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La mujer sin nombre de Vanessa Montfort
Para su sorpresa, se la encontró llorando delante del tocador escribiendo con carmín sobre su reflejo "no sirves para esto". El hombre enternecido por aquella criatura indefensa y genial, le ofreció con los dedos temblones su pañuelo: "Querida, te voy a dar un consejo que a mí me ha servido mucho. A partir de hoy no leas las críticas. Sólo trabaja, estudia y fórmate.
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La mujer sin nombre de Vanessa Montfort
Desde entonces estaba convencida de que si pudiera acumularse la electricidad durante una función , podría iluminarse la tierra. Eso sí que era una energía renovable y no la eólica. La energía escénica. Tendría que patentarla.
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La mujer sin nombre de Vanessa Montfort
Aún no sospechaban cómo escocía el drama cuando era real, qué mal iluminado estaba por la vida, qué triste era su escenografía. Porque cuando aún no se ha vivido suficiente, el drama atrae, la tragedia fascina.
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La mujer sin nombre de Vanessa Montfort
Por qué la Historia tiende a ser cíclica es un misterio. Quizá porque el hombre tiene el vicio o la necesidad de olvidar para seguir viviendo.
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La mujer sin nombre de Vanessa Montfort
Mi querido Juan Ramoncín, el problema de ser tan brillante es que hasta cuando me hace rabiar lo hace con un bello verso. (Sobre Juan Ramón Jiménez) |
La mujer sin nombre de Vanessa Montfort
Aún no sospechaban cómo escocía el drama cuando era real, qué mal iluminado estaba por la vida, qué triste era su escenografía. Porque cuando aún no se ha vivido suficiente, el drama atrae, la tragedia fascina.
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La mujer sin nombre de Vanessa Montfort
En la infancia todo se naturaliza, hasta la pobreza. El hambre solo «era». |
Mujeres que compran flores de Vanessa Montfort
Llevo un rato observándolas. A esas olas femeninas que corren sobre un mar macho: que unas nacen y se lanzan a morir a la seguridad de la orilla, pero otras se deslizan en sentido contrario y se pierden en el océano hasta disolverse en él. Supongo que soy de las primeras y ahora me da miedo pertenecer a las segundas. Por eso voy sola. Por primera vez. Sin permiso. Sin el tuyo y sin el de las autoridades del puerto. |
La mujer sin nombre de Vanessa Montfort
¿No habrá venido desde Nueva York solo para visitar la tumba de Gardel? —No. —Rio. —¡Obvio! —Dio un volantazo—. Tiene usted cara de mujer inteligente... Pero sí busca alguien importante, ¿no es cierto? Alda apoyó la frente sobre el cristal frío y salpicando la ventanilla. —Sí..., a un fantasma. |
El sueño de la crisálida de Vanessa Montfort
Tiene tanta lógica: basta con entender que, si no te avisa tu instinto de supervivencia de que debes parar y no lo haces, es que algo en ti ya está cortocircuitando. Si te preocupa más decepcionar al sistema que decepcionarte a ti mismo o morir en el intento es que ya estás en peligro.
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Mujeres que compran flores de Vanessa Montfort
Los que éramos fuertes, solo lo éramos porque teníamos la desgracia de soportar más cantidad de dolor sin desfallecer. Nuestro umbral de dolor era más alto. Pero eso no quiere decir que las cosas nos dolieran menos.
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Mujeres que compran flores de Vanessa Montfort
El problema es que las mujeres de hoy somos como un sofware revolucionario que se ha instalado en un ordenador obsoleto, y por eso no para de colgarse y colgarse y hacer cortocircuito.
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Mujeres que compran flores de Vanessa Montfort
Y esta vez, lo admito, me lo he dico además con el mismo tono ácido que utilizabas cuando querías hacer de mi patrón y no del barco.
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Mujeres que compran flores de Vanessa Montfort
A partir de ahora llamaríamos a la lujuria, deseo; a la gula, gusto; a la avaricia, ambición; a la ira, desahogo; a la pereza, descanso; a la envidia, admiración, y a la soberbia, orgullo.
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Mujeres que compran flores de Vanessa Montfort
El cerebro es el que evoluciona y envejece, pero el corazón sigue siendo siempre niño hasta que deja de latir. Por eso puedes enamorarte de nuevo, porque es el corazón quien dirige. Cuando algo te hiere, es el cerebro en realidad quien lo registra, quien se traumatiza, quien olvida o no, quien lo racionaliza para superarlo.
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¿Quién escribió la saga?