Al final del bosque de Tony Jiménez
Raymond se quedó paralizado. El universo le imitó. Cualquier sonido que se escuchara en ese momento, ya fuera ligero o fuerte, desapareció como si nunca hubiera existido, como si se trataran de estúpidas molestias que enmascaraban el verdadero rostro de la realidad que se vivía en Bluefield, especialmente entre árboles, ríos, rocas, matorrales y montañas.
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