En la Inglaterra de Shakespeare no había libertad de expresión, ni en escena ni en otro sitio, calificar al monarca era delito de muerte. La Inglaterra del periodo isabelino es una pugna entre protestantes y católicos por el poder desarrollada entre bastidores. La imposibilidad de reflejar en escena la amenaza invasora española y la presencia clandestina de jesuitas, por citar dos ejemplos, genera técnicas de evasión, como los métodos indirectos, que también desarrollaron durante el franquismo los dramaturgos españoles. Shakespeare no escribió comedias ciudadanas, en Enrique VI nos invita a observar la invención de los partidos políticos y la transformación de unos aristócratas rivales en enemigos políticos, generadores de un odio que es el inicio de la espiral de violencia. El deseo ilimitado y compulsivo de dominar la escena política es analizado en obras como Macbeth, Ricardo III, El rey Lear, Julio César, Coriolano, mediante una prosa clara y un discurso sin enredos sintácticos ni semánticos. Shakespeare, siempre Shakespeare, ese "maestro del ángulo oblicuo, que proyectó su imaginación lejos de sus circunstancias más inmediatas".
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