Aviso de muerte de Sophie Hénaff
Capestan miraba la fuente de Les Innocents, reluciente de escarcha. Las personas que iban por la calle no eran más que montones de lana y plumas oscuras que iban de tienda en tienda encogiendo el cuello, con andares envarados y presurosos. Salían con regalos que les parecían indispensables y cuyo contenido se les olvidaría antes de dos meses. Los logotipos de las bolsas de papel les pasaban por delante de las narices a los sin techo sentados en los peldaños de la fuente.
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